/ viernes 22 de enero de 2021

OTRO CUENTO DEL VIEJO DINOSAURIO


“No cabe duda que los vecinos pueden ser una maravilla o, por el contrario, pueden ser toda una pesadilla. Quizá, por eso, se ha dicho que la cuarta parte del valor de una casa lo dan o lo quitan los vecinos. En efecto, una casita de valor mediano puede llegar a ser una verdadera mansión por la calidad del vecindario. En cambio, un palacete de esos de hacendado antiguo o de nuevo rico pueden convertir su valor en pura mie. . ., tan solo por la debacle del barrio.

Así sucede con las familias y, también, con los países. Todos hemos tenido, tanto en nuestra casa particular como en nuestra oficina laboral, por lo menos una vecina que es una verdadera móndriga, pútrida, pérfida, crápula, rémora, pérpera e hija de la ch. . . Que se mete en lo que no le importa. Que friega que no dejemos nuestro automóvil en la calle, aunque no estorbemos su entrada. Ya no digamos aquellas que se piratean al personal doméstico, que se quedan con los amigos ajenos o que se roban al marido vecino. Esos se llaman vecinos incómodos.

También, por el contrario, todos hemos tenido a los vecinos que son tolerantes, respetuosos, acomedidos, serviciales y que hasta se convierten en buenos amigos nuestros. Que entre señoras se prestan los ingredientes culinarios, que entre los niños se hacen compañeritos de juego y que, entre maridos, se ayudan recíprocamente, sobre todo si profesan aquellas actividades que sirven al prójimo tales como la política, la abogacía o la medicina. Tener un vecino que, además de buen amigo, es político picudo, abogado chingón o médico tipo San Lucas, es una verdadera bendición. Esos se llaman vecinos amigos.

Claro que lo más frecuente es que los vecinos no sean tan malditos ni tan benditos como los que hemos reseñado. A la mayoría les tenemos sin cuidado y ellos, a su vez, nos valen madres. Ni nos invitamos a las fiestas ni nos las estropeamos. Cuando nos saludamos, lo hacemos “de lejecitos”. Ni nos prestamos ni nos debemos. Ni pelamos a su vieja ni él pela a la nuestra. Esos se llaman vecinos distantes.

Así, también, todas las naciones han tenido de los tres tipos de vecinos. Algunas han sufrido la invasión, la mutilación territorial, la dominación económica, la intervención política, la humillación social, la discriminación racial, la persecución legal y hasta el menosprecio nacional.

Y usted, mi amigo, ¿qué tipo de vecinos tiene en su vecindario? ¿El A, el B o el C? Y su país, ¿qué clase de vecino tiene en su frontera? ¿El amigo, el distante o el incómodo? Ojalá sus respuestas hagan que su casa y su país cada vez tengan mayor valor. Vale.”


GALINDO OCHOA, Francisco. El último dinosaurio. Academia Nacional, A.C. México, pp. 25-26.



“No cabe duda que los vecinos pueden ser una maravilla o, por el contrario, pueden ser toda una pesadilla. Quizá, por eso, se ha dicho que la cuarta parte del valor de una casa lo dan o lo quitan los vecinos. En efecto, una casita de valor mediano puede llegar a ser una verdadera mansión por la calidad del vecindario. En cambio, un palacete de esos de hacendado antiguo o de nuevo rico pueden convertir su valor en pura mie. . ., tan solo por la debacle del barrio.

Así sucede con las familias y, también, con los países. Todos hemos tenido, tanto en nuestra casa particular como en nuestra oficina laboral, por lo menos una vecina que es una verdadera móndriga, pútrida, pérfida, crápula, rémora, pérpera e hija de la ch. . . Que se mete en lo que no le importa. Que friega que no dejemos nuestro automóvil en la calle, aunque no estorbemos su entrada. Ya no digamos aquellas que se piratean al personal doméstico, que se quedan con los amigos ajenos o que se roban al marido vecino. Esos se llaman vecinos incómodos.

También, por el contrario, todos hemos tenido a los vecinos que son tolerantes, respetuosos, acomedidos, serviciales y que hasta se convierten en buenos amigos nuestros. Que entre señoras se prestan los ingredientes culinarios, que entre los niños se hacen compañeritos de juego y que, entre maridos, se ayudan recíprocamente, sobre todo si profesan aquellas actividades que sirven al prójimo tales como la política, la abogacía o la medicina. Tener un vecino que, además de buen amigo, es político picudo, abogado chingón o médico tipo San Lucas, es una verdadera bendición. Esos se llaman vecinos amigos.

Claro que lo más frecuente es que los vecinos no sean tan malditos ni tan benditos como los que hemos reseñado. A la mayoría les tenemos sin cuidado y ellos, a su vez, nos valen madres. Ni nos invitamos a las fiestas ni nos las estropeamos. Cuando nos saludamos, lo hacemos “de lejecitos”. Ni nos prestamos ni nos debemos. Ni pelamos a su vieja ni él pela a la nuestra. Esos se llaman vecinos distantes.

Así, también, todas las naciones han tenido de los tres tipos de vecinos. Algunas han sufrido la invasión, la mutilación territorial, la dominación económica, la intervención política, la humillación social, la discriminación racial, la persecución legal y hasta el menosprecio nacional.

Y usted, mi amigo, ¿qué tipo de vecinos tiene en su vecindario? ¿El A, el B o el C? Y su país, ¿qué clase de vecino tiene en su frontera? ¿El amigo, el distante o el incómodo? Ojalá sus respuestas hagan que su casa y su país cada vez tengan mayor valor. Vale.”


GALINDO OCHOA, Francisco. El último dinosaurio. Academia Nacional, A.C. México, pp. 25-26.