/ jueves 26 de agosto de 2021

Otra más del viejo dinosaurio

"En muchas ocasiones los ciudadanos que formamos ‘el vasallaje’ nos equivocamos al pronosticar la inminente defenestración de algún funcionario que se ha pasado de pen . . .tonto. Luego resulta que, lejos de correrlo, al tal inepto lo rellenan de honores, lo ascienden y le instalan un aura de gloria. Es entonces cuando se nos ocurre pensar que la política premia a la pen.... Pero, nada de eso. Lo que sucede es que puede haber acontecido una de tres. Primera, que el verdadero (tarugo) haya sido el jefe y el empleado tan sólo está cargando ‘con el muerto’. Es como aquel abrepuertas que dizque embaraza a la asesora del subsecretario, se casa con ella y lo ascienden a delegado de la institución. ¿Cómo que lo premiaron por su descuido? Nada, nada. Lo premiaron por su sacrificio. La segunda es que con su aparente pen.... haya evitado un mal mayor. Que no resolvió el asunto pero era peor resolverlo. Que se les escapó el asesino. ¡Que bueno que no está detenido y despepitando secretos! Que como contralor le metieron puros goles. Ya se lo premiarán durante cinco sexenios seguiditos. Y la tercera es que haya preguntado lo que querían ‘los de arriba’ y él tiene la suficiente desvergüenza para poner su ‘cara de pen...’ y aguantar que se burlen de él hasta los meseros, los peluqueros y los ruleteros. Que hasta las (meretrices) dirán que ellas lo harían mejor, olvidándose que él cobró más. Es por eso que, casi siempre, los ciudadanos comunes caemos en el error de creer que las pifias de los subalternos serán muy enérgicamente castigadas por su superior cuando que, en realidad, muchas de ellas no son erratas sino, por el contrario, son aciertos muy cuidadosamente calculados o son el resultado de muy eficientes obediencias. De allí que nuestros pronósticos de promoción o de remoción sean, frecuentemente, desatinados. Adolfo Ruiz Cortines solía criticar a sus colaboradores, en ocasiones llevándolos hasta el ridículo disimulando con ello que eran eficientes cumplidores de instrucciones inconfesables. Por eso, tengamos cuidado con nuestros pronósticos. Recordemos la vieja máxima de que ‘el que pregunta no se equivoca’. Se podrá equivocar el jefe que le contesta, pero no él. Se podrá equivocar el pueblo que lo induce, pero no él. Se podrá equivocar la crítica que lo censure, pero no él. También, por eso, se ha dicho que es de sabios preguntar mucho y es de pen... andar contestando todo. Vale.”

GALINDO OCHOA, Francisco. El último dinosaurio. Academia Nacional, A.C. México,2011, pp. 16-17.

"En muchas ocasiones los ciudadanos que formamos ‘el vasallaje’ nos equivocamos al pronosticar la inminente defenestración de algún funcionario que se ha pasado de pen . . .tonto. Luego resulta que, lejos de correrlo, al tal inepto lo rellenan de honores, lo ascienden y le instalan un aura de gloria. Es entonces cuando se nos ocurre pensar que la política premia a la pen.... Pero, nada de eso. Lo que sucede es que puede haber acontecido una de tres. Primera, que el verdadero (tarugo) haya sido el jefe y el empleado tan sólo está cargando ‘con el muerto’. Es como aquel abrepuertas que dizque embaraza a la asesora del subsecretario, se casa con ella y lo ascienden a delegado de la institución. ¿Cómo que lo premiaron por su descuido? Nada, nada. Lo premiaron por su sacrificio. La segunda es que con su aparente pen.... haya evitado un mal mayor. Que no resolvió el asunto pero era peor resolverlo. Que se les escapó el asesino. ¡Que bueno que no está detenido y despepitando secretos! Que como contralor le metieron puros goles. Ya se lo premiarán durante cinco sexenios seguiditos. Y la tercera es que haya preguntado lo que querían ‘los de arriba’ y él tiene la suficiente desvergüenza para poner su ‘cara de pen...’ y aguantar que se burlen de él hasta los meseros, los peluqueros y los ruleteros. Que hasta las (meretrices) dirán que ellas lo harían mejor, olvidándose que él cobró más. Es por eso que, casi siempre, los ciudadanos comunes caemos en el error de creer que las pifias de los subalternos serán muy enérgicamente castigadas por su superior cuando que, en realidad, muchas de ellas no son erratas sino, por el contrario, son aciertos muy cuidadosamente calculados o son el resultado de muy eficientes obediencias. De allí que nuestros pronósticos de promoción o de remoción sean, frecuentemente, desatinados. Adolfo Ruiz Cortines solía criticar a sus colaboradores, en ocasiones llevándolos hasta el ridículo disimulando con ello que eran eficientes cumplidores de instrucciones inconfesables. Por eso, tengamos cuidado con nuestros pronósticos. Recordemos la vieja máxima de que ‘el que pregunta no se equivoca’. Se podrá equivocar el jefe que le contesta, pero no él. Se podrá equivocar el pueblo que lo induce, pero no él. Se podrá equivocar la crítica que lo censure, pero no él. También, por eso, se ha dicho que es de sabios preguntar mucho y es de pen... andar contestando todo. Vale.”

GALINDO OCHOA, Francisco. El último dinosaurio. Academia Nacional, A.C. México,2011, pp. 16-17.