/ martes 18 de septiembre de 2018

Opinión Ciudadana

Amables lectores, desde hace muchos años he tenido contacto con varios alcaldes de Acapulco y distintos cabildos municipales, me resulta difícil aceptar que cuando se nos da una oportunidad de servir a la sociedad, no lo hagamos con responsabilidad y seriedad para mejorar las condiciones de vida de los habitantes de una comunidad tan disímbola, tan contrastante y tan compleja, por un lado tenemos las zonas hoteleras que ahora son desde la Tradicional, la Dorada hasta la Diamante y por otro lado tengamos cientos de colonias en plena miseria no sólo de servicios sino de todo, un abandono total que contrasta con la opulencia como viven unos y otros.

Los viejos acapulqueños vivieron una etapa maravillosa, disfrutaron del desarrollo turístico, de una época de oro en la que sobraba el dinero y el trabajo de tal manera que llegaban al puerto miles de personas buscando trabajo “en lo que fuera” y ¡vaya que había de todo! En la hotelería, en el comercio, en las obras ya fueran de la construcción de un hotel enorme o una casa-habitación, una carretera, un taxi, un camión urbano, en fin había muchísimo trabajo y así el puerto se fue poblando de personas de la Tierra Caliente, de La Montaña, de las Costas, de la zona Centro, de la zona Norte, en realidad la población acapulqueña se fue mezclando de esos “arribistas” o como otros le han llamado “fuereños”, trabajo no faltaba, al contrario había para todos, así se fueron fundando las distintas colonias de Acapulco que fueron reclamando servicios básicos municipales, sobre todo el agua potable, en los cerros era curioso ver miles de mangueras que surtían a las casas de agua que inclusive les rentaban por determinado tiempo para llenar sus cubetas, sus botes de agua y cuando alguien tenía una pila o tinaco también les “vendían el agua” ya que esos señores dueños de las mangueras habían comprado tal vez doscientos o más metros de manguera negra para traer el agua de los cerros, construían unos pequeños pozos a los que le ponían una tapa metálica y les ponían un candado para que nadie les echara una basura o algo descompuesto que dañara el preciado líquido.

Se daban fenómenos muy raros como el robo de la luz mediante los “diablitos” que los mismos empleados de la C.F.E., permitían y pasaban por la coperacha y así los dejaban que se robaran la luz y el puerto fue a considerarse la ciudad que más luz se robaba a nivel nacional, los señores presidentes y sus regidores se empeñaban en solucionar las solicitudes de agua, de drenaje, de energía eléctrica, de andadores, escaleras a veces hasta de más de cien escalones o hasta quinientos, servicio de transporte y cuando no había surgieron las “peceras” que subían a las partes más altas del puerto, vinieron entonces esas tortuguitas llamadas “vochos”, esos que flotan cuando se inundan las calles, los únicos capaces de subir hasta las partes más empinadas de Acapulco y el gobernador Figueroa Figueroa, los mancomunó, es decir, dos dueños de un permiso para ayudar a más personas a llevar dinero a su casa, los presidentes se preocupaban y ocupaban de apoyar al pueblo y dotarlos de los servicios, había “carretones” de basura, las “julias” que llevaban detenidos a la cárcel por haber violado el Bando de Policía y Buen Gobierno, las multas eran pequeñas de unos once pesos con cincuenta centavos y quienes no tenían dinero para pagarlas, los sacaban a barrer las calles de Acapulco, los ediles hacían equipo con el Señor Presidente que eran muy respetados y reconocidos, así pude ver a Donato Miranda Fonseca, a Martin Heredia Merckley, al también doctor Ricardo Morlet Sutter, a Virgilio Gómez Moharro, a Israel Nogueda Otero (después Gobernador), Israel Soberanis Nogueda (después Senador de la República), a René Juárez Cisneros (después Gobernador), Juan Salgado Tenorio (cesado por motivos ya conocidos), Rogelio de la O Almazán (“el empresario del año”), según decía Zeferino Torreblanca, Manuel Añorve Baños, la Señora Castilleja que fue muy cuestionada, otra suplente Verónica Escobar, el Lic. López Rosas (hijo del rey), el Ing. Félix Salgado Macedonio, Luis Walton Aburto del Movimiento Ciudadano, hasta el actual Evodio Velázquez Aguirre.

Cada uno hizo lo que pudo y lo que quiso pero dejaron una huella por lo que se les recuerda y la historia los juzga y juzgará, algunos merecen un “juicio político” por omisos e irresponsables o tal vez por ineptos, nunca entendieron las ideas de Juan Ranulfo Escudero Reguera, el héroe acapulqueño que se enfrentó a la burguesía en aquella época y que fue mutilado y asesinado por órdenes de los otrora llamados “Gachupines”, ojalá y tenga yo otra oportunidad de seguir hablando de ellos. Gracias.

Ofrezco disculpas por los nombres olvidados involuntariamente.


Amables lectores, desde hace muchos años he tenido contacto con varios alcaldes de Acapulco y distintos cabildos municipales, me resulta difícil aceptar que cuando se nos da una oportunidad de servir a la sociedad, no lo hagamos con responsabilidad y seriedad para mejorar las condiciones de vida de los habitantes de una comunidad tan disímbola, tan contrastante y tan compleja, por un lado tenemos las zonas hoteleras que ahora son desde la Tradicional, la Dorada hasta la Diamante y por otro lado tengamos cientos de colonias en plena miseria no sólo de servicios sino de todo, un abandono total que contrasta con la opulencia como viven unos y otros.

Los viejos acapulqueños vivieron una etapa maravillosa, disfrutaron del desarrollo turístico, de una época de oro en la que sobraba el dinero y el trabajo de tal manera que llegaban al puerto miles de personas buscando trabajo “en lo que fuera” y ¡vaya que había de todo! En la hotelería, en el comercio, en las obras ya fueran de la construcción de un hotel enorme o una casa-habitación, una carretera, un taxi, un camión urbano, en fin había muchísimo trabajo y así el puerto se fue poblando de personas de la Tierra Caliente, de La Montaña, de las Costas, de la zona Centro, de la zona Norte, en realidad la población acapulqueña se fue mezclando de esos “arribistas” o como otros le han llamado “fuereños”, trabajo no faltaba, al contrario había para todos, así se fueron fundando las distintas colonias de Acapulco que fueron reclamando servicios básicos municipales, sobre todo el agua potable, en los cerros era curioso ver miles de mangueras que surtían a las casas de agua que inclusive les rentaban por determinado tiempo para llenar sus cubetas, sus botes de agua y cuando alguien tenía una pila o tinaco también les “vendían el agua” ya que esos señores dueños de las mangueras habían comprado tal vez doscientos o más metros de manguera negra para traer el agua de los cerros, construían unos pequeños pozos a los que le ponían una tapa metálica y les ponían un candado para que nadie les echara una basura o algo descompuesto que dañara el preciado líquido.

Se daban fenómenos muy raros como el robo de la luz mediante los “diablitos” que los mismos empleados de la C.F.E., permitían y pasaban por la coperacha y así los dejaban que se robaran la luz y el puerto fue a considerarse la ciudad que más luz se robaba a nivel nacional, los señores presidentes y sus regidores se empeñaban en solucionar las solicitudes de agua, de drenaje, de energía eléctrica, de andadores, escaleras a veces hasta de más de cien escalones o hasta quinientos, servicio de transporte y cuando no había surgieron las “peceras” que subían a las partes más altas del puerto, vinieron entonces esas tortuguitas llamadas “vochos”, esos que flotan cuando se inundan las calles, los únicos capaces de subir hasta las partes más empinadas de Acapulco y el gobernador Figueroa Figueroa, los mancomunó, es decir, dos dueños de un permiso para ayudar a más personas a llevar dinero a su casa, los presidentes se preocupaban y ocupaban de apoyar al pueblo y dotarlos de los servicios, había “carretones” de basura, las “julias” que llevaban detenidos a la cárcel por haber violado el Bando de Policía y Buen Gobierno, las multas eran pequeñas de unos once pesos con cincuenta centavos y quienes no tenían dinero para pagarlas, los sacaban a barrer las calles de Acapulco, los ediles hacían equipo con el Señor Presidente que eran muy respetados y reconocidos, así pude ver a Donato Miranda Fonseca, a Martin Heredia Merckley, al también doctor Ricardo Morlet Sutter, a Virgilio Gómez Moharro, a Israel Nogueda Otero (después Gobernador), Israel Soberanis Nogueda (después Senador de la República), a René Juárez Cisneros (después Gobernador), Juan Salgado Tenorio (cesado por motivos ya conocidos), Rogelio de la O Almazán (“el empresario del año”), según decía Zeferino Torreblanca, Manuel Añorve Baños, la Señora Castilleja que fue muy cuestionada, otra suplente Verónica Escobar, el Lic. López Rosas (hijo del rey), el Ing. Félix Salgado Macedonio, Luis Walton Aburto del Movimiento Ciudadano, hasta el actual Evodio Velázquez Aguirre.

Cada uno hizo lo que pudo y lo que quiso pero dejaron una huella por lo que se les recuerda y la historia los juzga y juzgará, algunos merecen un “juicio político” por omisos e irresponsables o tal vez por ineptos, nunca entendieron las ideas de Juan Ranulfo Escudero Reguera, el héroe acapulqueño que se enfrentó a la burguesía en aquella época y que fue mutilado y asesinado por órdenes de los otrora llamados “Gachupines”, ojalá y tenga yo otra oportunidad de seguir hablando de ellos. Gracias.

Ofrezco disculpas por los nombres olvidados involuntariamente.


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