Acapulco vive y está en temporada turística, o sea estamos en la temporada alta de afluencia del turismo, principalmente del turismo internacional. Cuando verificamos las estadísticas de ocupación hotelera es otra visión que observamos. Cuando el martes 29 de enero de 2019 observamos una ocupación para la zona Diamante de 26%, para la zona Dorada del 34.2% y para la zona del Acapulco tradicional les dé 15.16%. Haciendo un promedio para el destino de 29.9%.
Qué terrible es tener estas cifras en los negocios de la actividad turística, que son el motor del desarrollo económico y del empleo del destino y del estado. Por la misma razón el empleo está a la baja y los comedores populares del Gobierno federal están repletos de familias que desayunan, comen y cenan todos los días. Ya que no tienen otra opción legal de subsistencia. Pero cada día se inscriben más familias en búsqueda del sustento alimenticio, cuando los empleos son cada vez menos y aunque algunos políticos presumen que corrieron o recortaron a empleados.
El sector privado por igual recorta empleos, no pueden sostener esa nómina con la baja del turismo y su efecto multiplicador a la baja. Lo que se suma la inseguridad y al chantaje de grupos políticos y delincuenciales. Pobre Acapulco, con una ocupación del 29% no se logra ni pagar la luz (que por cierto es la más cara del país, y donde es un estado que produce mucha energía por sus presas), se le castiga a la población y algunas zonas a pagar hasta más de 20 mil pesos bimestrales para una casa y familia.
La migración aumenta, siguen saliendo acapulqueños en búsqueda de opciones de mejor vida y de paz. Lo que evidencia que el modelo económico del turismo es un fracaso, pero nos dicen que hablemos bien de Acapulco. Como pueden los acapulqueños hablar bien de Acapulco cuando no tienen alimentos en su mesa, no tienen seguridad en sus calles, así es, pobre Acapulco.
Los impuestos que pagamos los acapulqueños y los turistas sirven para que vayan a ferias de viaje de promoción, sin embargo, en las fotos se ven personajes que no tienen nada que ver en el negocio del turismo y muchos amigos que viajan a costas de los acapulqueños. No estamos molestos por la promoción, estamos molestos por la poca eficacia de los resultados de esas promociones y que como consecuencia se sigan perdiendo los empleos y la riqueza de los acapulqueños.
Que justifiquen que el éxito de todos estos gastos es para colocar al destino en la geografía turística, y más aun cuando nos dicen que ganaron un primer lugar en el pabellón y/o que a todos les gustó la comida que regalaron a costa de los pobres acapulqueños, esos que tienen que ir a esos comedores populares a solicitar comida para resolver su vida. Es no tener vergüenza el explotar a un pueblo que tiene hambre. Jamás dicen cuántos turistas llegaron por causa de esas promociones porque no hay resultados. Sin embargo, no se asiste a la promoción en los mercados más cercanos y con mayor poder adquisitivo como son los Estados Unidos. Pobre Acapulco y pobre planificación turística del destino.
Es evidente, que si se elaboran planes no es por el gusto de organizar y reglamentar la producción turística, sino para adaptarla a su fin, que es la satisfacción de las necesidades sociales y económicas, pero lo cierto es con gran pobreza de espíritu y resultados para el destino de Acapulco.