/ martes 2 de junio de 2020

No estamos solos

No están ustedes para saberlo ni yo para contarlo. Pero se los platicaré, tal como sucedió.

Estando en la oficina un sábado por la tarde recibí la llamada telefónica de un buen amigo. Casi no acostumbro contestar a la primera las llamadas, ya que por la carga de trabajo se me facilita más la comunicación vía mensajes de WhatsApp; sin embargo, algo hizo que le respondiera al momento, quizá una premonición.

Del otro lado de la línea, escuché una voz angustiada, que en un tono desesperado me pedía de favor ayuda. Recuerdo que me dijo "mándame a alguien, me siento muy mal, no puedo respirar".

En medio de la pandemia que estamos padeciendo, los peores pensamientos vinieron a mi mente. "Ya le cayó el Coronavirus", pensé, sin embargo, de inmediato reaccioné y mientras le respondía que no se preocupara, que vería la forma de enviar a alguien que lo ayudara, le fui haciendo algunas preguntas.

Así, me dijo que solamente era esa sensación de no poder respirar. No tenía fiebre, no le dolía la cabeza, no tenía tos, ni escurrimiento nasal. También me comentó que estaba muy nervioso, que sentía que le hormigueaba de la mitad del cuerpo hacia arriba, que le temblaban las manos, y que lo único que había hecho ese día fue ir al banco a realizar un trámite.

Afortunadamente, luego de unos minutos más de plática al teléfono, mi amigo se fue tranquilizando, me contó que ya le había pasado otras veces por los problemas de gastritis nerviosa que padece, pero que ahora la dificultad para respirar la asoció con el Covid-19, y que por el hecho de haber estado en uno de los sitios de alto riesgo de contagio, como son los bancos, lo que pasó fue que se sugestionó.

Por ello yo creo que, además de todas las medidas sanitarias, también debemos de guardar la calma, no sugestionarnos; tener en cuenta que si bien es alto el número de muertos y contagiados, también hay muchos casos de personas que se han recuperado, han sobrevivido al virus gracias a sus buenas defensas y a que llevan una vida saludable.

Es decir, la mente en situaciones como la que les narré, juega un papel muy importante. Hay que aprender a dominarla, controlar las emociones, evitar la sugestión, pues a veces eso es más peligroso que la misma enfermedad.

Pero sobre todo, recordar que no estamos solos, que siempre habrá alguien dispuesto a ayudarnos, a echarnos la mano; tener bien en cuenta la empatía y la solidaridad, porque también nosotros podemos ser de gran ayuda para alguien que sea presa de la desesperación o de un ataque de nervios. Una llamada, unas palabras de aliento, pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Mientras tanto... ¡Jálalo que es pargo!

No están ustedes para saberlo ni yo para contarlo. Pero se los platicaré, tal como sucedió.

Estando en la oficina un sábado por la tarde recibí la llamada telefónica de un buen amigo. Casi no acostumbro contestar a la primera las llamadas, ya que por la carga de trabajo se me facilita más la comunicación vía mensajes de WhatsApp; sin embargo, algo hizo que le respondiera al momento, quizá una premonición.

Del otro lado de la línea, escuché una voz angustiada, que en un tono desesperado me pedía de favor ayuda. Recuerdo que me dijo "mándame a alguien, me siento muy mal, no puedo respirar".

En medio de la pandemia que estamos padeciendo, los peores pensamientos vinieron a mi mente. "Ya le cayó el Coronavirus", pensé, sin embargo, de inmediato reaccioné y mientras le respondía que no se preocupara, que vería la forma de enviar a alguien que lo ayudara, le fui haciendo algunas preguntas.

Así, me dijo que solamente era esa sensación de no poder respirar. No tenía fiebre, no le dolía la cabeza, no tenía tos, ni escurrimiento nasal. También me comentó que estaba muy nervioso, que sentía que le hormigueaba de la mitad del cuerpo hacia arriba, que le temblaban las manos, y que lo único que había hecho ese día fue ir al banco a realizar un trámite.

Afortunadamente, luego de unos minutos más de plática al teléfono, mi amigo se fue tranquilizando, me contó que ya le había pasado otras veces por los problemas de gastritis nerviosa que padece, pero que ahora la dificultad para respirar la asoció con el Covid-19, y que por el hecho de haber estado en uno de los sitios de alto riesgo de contagio, como son los bancos, lo que pasó fue que se sugestionó.

Por ello yo creo que, además de todas las medidas sanitarias, también debemos de guardar la calma, no sugestionarnos; tener en cuenta que si bien es alto el número de muertos y contagiados, también hay muchos casos de personas que se han recuperado, han sobrevivido al virus gracias a sus buenas defensas y a que llevan una vida saludable.

Es decir, la mente en situaciones como la que les narré, juega un papel muy importante. Hay que aprender a dominarla, controlar las emociones, evitar la sugestión, pues a veces eso es más peligroso que la misma enfermedad.

Pero sobre todo, recordar que no estamos solos, que siempre habrá alguien dispuesto a ayudarnos, a echarnos la mano; tener bien en cuenta la empatía y la solidaridad, porque también nosotros podemos ser de gran ayuda para alguien que sea presa de la desesperación o de un ataque de nervios. Una llamada, unas palabras de aliento, pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Mientras tanto... ¡Jálalo que es pargo!

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