/ jueves 25 de octubre de 2018

Médula

El video lo grabó un hombre que circula en su automóvil por la transitada avenida Ejido, el pasado lunes aproximadamente a las 6 de la tarde y fue muy compartido en Facebook.

Se va acercando a una esquina donde criminales dejaron los restos de dos hombres desmembrados en bolsas y a un tercero lo esparcieron sobre la calle.

Al menos tiene capacidad de asombro. Con sorpresa narra cómo los vehículos pasan encima de los miembros mutilados.

“A la gente ya le vale madre”, dice, y exhibe su propia indiferencia en la manera en que se expresa respecto a la persona descuartizada como “ese pendejo”.

¡Cómo ha cambiado la vida en Acapulco! Es la frase en la que encuentro gran valor de la grabación de esa grotesca escena con una narración patética, pero reveladora de la normalización de la violencia entre los ciudadanos a los que no les ha quedado otra más que acostumbrarse y encomendarse a Dios para no ser los siguientes.

Así es la vida en un destino turístico patrullado por soldados en el que los niños y jóvenes asisten a escuelas que cuando dejan de ser resguardadas son inseguras, como lo evidenció el rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, Javier Saldaña Almazán al denunciar por lo menos seis intentos de secuestro en diferentes facultades.

En un municipio cuyo Zócalo, punto emblemático de reunión y convivencia en toda ciudad, dejó de ser de los acapulqueños y pertenece ahora a quienes se han convertido en dueños de vidas que arrebatan a balazos lo mismo a un lado de la Catedral de Nuestra Señora de la Soledad que atrás de ésta.

El Acapulco en el que la presidenta municipal Adela Román Ocampo afirma que hay esperanza porque luego de un asesinato a tiros en la plaza hubo un espectáculo al que asistió la gente en el Malecón ubicado enfrente.

Un Acapulco que lleva más de una década de feminicidios y homicidios, balaceras, extorsiones, robo de vehículos a mano armada y secuestros, donde el terror cotidiano prevalece en una crónica trágica y eterna de la violencia... y de la indiferencia ciudadana que de ninguna manera puede ni debe confundirse con esperanza.

El video de los ciudadanos pasando en sus automóviles por encima de restos humanos esparcidos en una de las más importantes avenidas, nos muestra una ciudad resignada y a un narrador que entre risas parece disfrutar lo que sus ojos ven. ¿Cuál esperanza? Para que exista debe construirse desde cero.

jalepezochoa@gmail.com


El video lo grabó un hombre que circula en su automóvil por la transitada avenida Ejido, el pasado lunes aproximadamente a las 6 de la tarde y fue muy compartido en Facebook.

Se va acercando a una esquina donde criminales dejaron los restos de dos hombres desmembrados en bolsas y a un tercero lo esparcieron sobre la calle.

Al menos tiene capacidad de asombro. Con sorpresa narra cómo los vehículos pasan encima de los miembros mutilados.

“A la gente ya le vale madre”, dice, y exhibe su propia indiferencia en la manera en que se expresa respecto a la persona descuartizada como “ese pendejo”.

¡Cómo ha cambiado la vida en Acapulco! Es la frase en la que encuentro gran valor de la grabación de esa grotesca escena con una narración patética, pero reveladora de la normalización de la violencia entre los ciudadanos a los que no les ha quedado otra más que acostumbrarse y encomendarse a Dios para no ser los siguientes.

Así es la vida en un destino turístico patrullado por soldados en el que los niños y jóvenes asisten a escuelas que cuando dejan de ser resguardadas son inseguras, como lo evidenció el rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, Javier Saldaña Almazán al denunciar por lo menos seis intentos de secuestro en diferentes facultades.

En un municipio cuyo Zócalo, punto emblemático de reunión y convivencia en toda ciudad, dejó de ser de los acapulqueños y pertenece ahora a quienes se han convertido en dueños de vidas que arrebatan a balazos lo mismo a un lado de la Catedral de Nuestra Señora de la Soledad que atrás de ésta.

El Acapulco en el que la presidenta municipal Adela Román Ocampo afirma que hay esperanza porque luego de un asesinato a tiros en la plaza hubo un espectáculo al que asistió la gente en el Malecón ubicado enfrente.

Un Acapulco que lleva más de una década de feminicidios y homicidios, balaceras, extorsiones, robo de vehículos a mano armada y secuestros, donde el terror cotidiano prevalece en una crónica trágica y eterna de la violencia... y de la indiferencia ciudadana que de ninguna manera puede ni debe confundirse con esperanza.

El video de los ciudadanos pasando en sus automóviles por encima de restos humanos esparcidos en una de las más importantes avenidas, nos muestra una ciudad resignada y a un narrador que entre risas parece disfrutar lo que sus ojos ven. ¿Cuál esperanza? Para que exista debe construirse desde cero.

jalepezochoa@gmail.com