/ lunes 12 de julio de 2021

“Matriarcado para salvar al planeta”

La lluvia golpeó fuertemente las ventanas y entró el agua con la fuerza del viento, el sonido del trueno golpeaba nuestros oídos, mientras los relámpagos iluminaban el cielo y mostraban nubes negras. La luz eléctrica se fue. Se escuchó el correr del agua en las calles y la prensa en la montaña empezó a mostrar estragos de esa lluvia, un auto arrastrado por la corriente y gritos. Consideramos dormir en el estudio.

Enero de 2020, así dejé escrito en VIOLETA DEL ANÁHUAC el testimonio, de lo inquietante que muestra la historia de algunos años bisiestos. El que nos antecede no sólo trajo un virus a la tierra que afecta la vida humana, sino que también cambió la forma de socializar, dejó luto, pobreza y una gran incertidumbre sobre el porvenir que empezaba cada día, sólo que también la naturaleza nos trajo nuevos mensajes que parece aún no atendemos.

El desierto del Sahara dejó su frontera y realizó un viaje que llegó hasta nuestro país, entrando por Yucatán. Al África llegó una gran plaga de langostas que dio cuenta de la vegetación del lugar. El avispón asiático puso en alerta a nuestro vecino país de Estados Unidos. Australia vivió uno de los incendios más devastadores a partir de las altas temperaturas, los polos viven un proceso de deshielo que pone en riesgo la estabilidad del clima de nuestro planeta.

Hace unos días ejidatarios de San Salvador Atenco alertaron sobre la aparición de grietas en extensión de 300 metros de largo y una profundidad de cinco metros cerca del NAIM, cancelado; cerca del otro aeropuerto, el de Santa Lucía, pobladores denuncian desabasto de agua. En el Estado de México han registrado al menos 70 socavones en dos colonias de Ecatepec. En el estado de Guerrero, en el Municipio de Atlixtac, en el poblado Me´Phaa-Tlapaneco de Huitzapula, han tenido que migrar pobladores ante el hundimiento del suelo y las grietas que impactaron sus viviendas.

A mi memoria vienen imágenes surgidas de historias contadas en películas para niños pero que generan reflexión en las y los adultos.

La naturaleza a pesar de la bondad para cobijarnos, nutrirnos, inspirarnos, nos está alertando de una dolencia que no reparamos en ella.

Los seres humanos la hemos contaminado. No hemos sido lo suficientemente responsables para asumir un compromiso que le permita recuperarse. y nos está hablando en el lenguaje más cercano a su esencia, su movimiento, sus transformaciones.

Quizá sea el momento en que tengamos que asumir un compromiso serio no como simples habitantes del planeta, sino como ciudadanos que nos lleva a asumir responsabilidades no sólo políticas, sino comunitarias. Y quizá sea el momento en que las mujeres asumamos un matriarcado para recuperar, también, lo que nos afecta.

La lluvia golpeó fuertemente las ventanas y entró el agua con la fuerza del viento, el sonido del trueno golpeaba nuestros oídos, mientras los relámpagos iluminaban el cielo y mostraban nubes negras. La luz eléctrica se fue. Se escuchó el correr del agua en las calles y la prensa en la montaña empezó a mostrar estragos de esa lluvia, un auto arrastrado por la corriente y gritos. Consideramos dormir en el estudio.

Enero de 2020, así dejé escrito en VIOLETA DEL ANÁHUAC el testimonio, de lo inquietante que muestra la historia de algunos años bisiestos. El que nos antecede no sólo trajo un virus a la tierra que afecta la vida humana, sino que también cambió la forma de socializar, dejó luto, pobreza y una gran incertidumbre sobre el porvenir que empezaba cada día, sólo que también la naturaleza nos trajo nuevos mensajes que parece aún no atendemos.

El desierto del Sahara dejó su frontera y realizó un viaje que llegó hasta nuestro país, entrando por Yucatán. Al África llegó una gran plaga de langostas que dio cuenta de la vegetación del lugar. El avispón asiático puso en alerta a nuestro vecino país de Estados Unidos. Australia vivió uno de los incendios más devastadores a partir de las altas temperaturas, los polos viven un proceso de deshielo que pone en riesgo la estabilidad del clima de nuestro planeta.

Hace unos días ejidatarios de San Salvador Atenco alertaron sobre la aparición de grietas en extensión de 300 metros de largo y una profundidad de cinco metros cerca del NAIM, cancelado; cerca del otro aeropuerto, el de Santa Lucía, pobladores denuncian desabasto de agua. En el Estado de México han registrado al menos 70 socavones en dos colonias de Ecatepec. En el estado de Guerrero, en el Municipio de Atlixtac, en el poblado Me´Phaa-Tlapaneco de Huitzapula, han tenido que migrar pobladores ante el hundimiento del suelo y las grietas que impactaron sus viviendas.

A mi memoria vienen imágenes surgidas de historias contadas en películas para niños pero que generan reflexión en las y los adultos.

La naturaleza a pesar de la bondad para cobijarnos, nutrirnos, inspirarnos, nos está alertando de una dolencia que no reparamos en ella.

Los seres humanos la hemos contaminado. No hemos sido lo suficientemente responsables para asumir un compromiso que le permita recuperarse. y nos está hablando en el lenguaje más cercano a su esencia, su movimiento, sus transformaciones.

Quizá sea el momento en que tengamos que asumir un compromiso serio no como simples habitantes del planeta, sino como ciudadanos que nos lleva a asumir responsabilidades no sólo políticas, sino comunitarias. Y quizá sea el momento en que las mujeres asumamos un matriarcado para recuperar, también, lo que nos afecta.