/ domingo 5 de noviembre de 2017

Los cínicos, los irresponsables y los inconscientes

Francisco Galindo Ochoa un político de Jalisco (1913-2008) que fue dos veces legislador federal, asesor, comunicador, operador político, consejero y amigo de varios presidentes de México y de varios extranjeros –entre ellos, Fidel Castro- y a quien se le reconoce sabiduría y experiencia política, escribió un libro, entre otros, al que tituló “El último dinosaurio”.

Fue editado y publicado por la Academia Nacional, cuyo presidente, mi amigo José Elías Romero Apis me ha autorizado a reproducir algunos de sus capítulos. En esta ocasión confieso que no me decido por escribir sobre un tema en especial –son tantos- y, ante la hora para entregar mi colaboración, me he decidido a transcribir otro de los consejos o lecciones de este “dinosaurio” de la política, el referente al tema que ha quedado arriba escrito.

Cito: “En la polaca existen siete razones fundamentales por las que (un político) se impulsa a mentir. Ellas son el cinismo, la codicia, el temor, la vergüenza, la ignorancia, la irresponsabilidad y la inconsciencia.

Los cínicos son unos cabrones ambivalentes frente a la mentira y frente a la verdad. En ocasiones mienten y en otras se sinceran. Pero no son mentirosos comunes ni son hombres francos.

La diferencia estriba en que están podridos por una falta de interés hacia los demás y de una falta de pudor por sí mismo. Esto es lo que lo hace muy peligroso y muy repugnante cuando anida en un hombre de Estado.

El mentiroso común actúa movido porque hay algo en nosotros que le interesa o porque hay algo en él que le avergüenza. Este cabrón tiene un principio de interés en nosotros, aunque sea malsano y pequeño, y tiene un principio de pudor en él, aunque sea malentendido e insignificante. Para el cínico, en cambio, no hay nada en nosotros que le seduzca ni nada en él que le repugne.

Cuando el mentiroso nos miente es porque nos considera interesantes en algo. Cuando el cínico nos miente es porque nos considera pendejos en todo. El mentiroso actúa porque tenemos algo que a él le gustaría tener. Nuestro dinero, nuestra amistad, nuestra admiración o nuestros favores. El cínico nos engaña porque considera que no merecemos ni su verdad.

El que miente por codicia, se vuelve farsante para lograr un favor o una silla . . .  se llena de patrañas tan solo por el miedo de que lo caguen o lo manden a la chingada. El que se convierte en fullero para ocultar todo aquello que le da asco de sí mismo y no quiere que los demás se arqueen nada más de verlo. El mentiroso irresponsable lo es por la falta de previsión de la conducta propia. Es grave, desde luego, en un hombre común, lo mismo se trate de un choque descuidado, de una descortesía taruga o en una insolvencia evitable. Pero puede resultar catastrófica en el hombre de Estado.

La irresponsabilidad política es la que derrumba economías, la que condena a varias generaciones, la que fractura el régimen de gobierno, la que altera el orden de convivencia, la que socava los cimientos sociales. . .

Parecida a la irresponsabilidad es la inconsciencia. Solo que aquella es una perturbación de la voluntad y esta es una perturbación del conocimiento. Aquella es una afectación del querer. Esta lo es del saber. El irresponsable no quiere cumplir con sus obligaciones. El inconsciente no sabe cuáles son sus obligaciones.

Es una verdadera joda cuando se encaraman en el poder los cínicos, los codiciosos, los irresponsables o los inconscientes. A sus pueblos más les vale que nunca lleguen a gobernar o, de perdida, que duren poco en el mandato.”

EL último dinosaurio, Francisco Galindo Ochoa. Academia Nacional, A.C., pp. 137-140.

Francisco Galindo Ochoa un político de Jalisco (1913-2008) que fue dos veces legislador federal, asesor, comunicador, operador político, consejero y amigo de varios presidentes de México y de varios extranjeros –entre ellos, Fidel Castro- y a quien se le reconoce sabiduría y experiencia política, escribió un libro, entre otros, al que tituló “El último dinosaurio”.

Fue editado y publicado por la Academia Nacional, cuyo presidente, mi amigo José Elías Romero Apis me ha autorizado a reproducir algunos de sus capítulos. En esta ocasión confieso que no me decido por escribir sobre un tema en especial –son tantos- y, ante la hora para entregar mi colaboración, me he decidido a transcribir otro de los consejos o lecciones de este “dinosaurio” de la política, el referente al tema que ha quedado arriba escrito.

Cito: “En la polaca existen siete razones fundamentales por las que (un político) se impulsa a mentir. Ellas son el cinismo, la codicia, el temor, la vergüenza, la ignorancia, la irresponsabilidad y la inconsciencia.

Los cínicos son unos cabrones ambivalentes frente a la mentira y frente a la verdad. En ocasiones mienten y en otras se sinceran. Pero no son mentirosos comunes ni son hombres francos.

La diferencia estriba en que están podridos por una falta de interés hacia los demás y de una falta de pudor por sí mismo. Esto es lo que lo hace muy peligroso y muy repugnante cuando anida en un hombre de Estado.

El mentiroso común actúa movido porque hay algo en nosotros que le interesa o porque hay algo en él que le avergüenza. Este cabrón tiene un principio de interés en nosotros, aunque sea malsano y pequeño, y tiene un principio de pudor en él, aunque sea malentendido e insignificante. Para el cínico, en cambio, no hay nada en nosotros que le seduzca ni nada en él que le repugne.

Cuando el mentiroso nos miente es porque nos considera interesantes en algo. Cuando el cínico nos miente es porque nos considera pendejos en todo. El mentiroso actúa porque tenemos algo que a él le gustaría tener. Nuestro dinero, nuestra amistad, nuestra admiración o nuestros favores. El cínico nos engaña porque considera que no merecemos ni su verdad.

El que miente por codicia, se vuelve farsante para lograr un favor o una silla . . .  se llena de patrañas tan solo por el miedo de que lo caguen o lo manden a la chingada. El que se convierte en fullero para ocultar todo aquello que le da asco de sí mismo y no quiere que los demás se arqueen nada más de verlo. El mentiroso irresponsable lo es por la falta de previsión de la conducta propia. Es grave, desde luego, en un hombre común, lo mismo se trate de un choque descuidado, de una descortesía taruga o en una insolvencia evitable. Pero puede resultar catastrófica en el hombre de Estado.

La irresponsabilidad política es la que derrumba economías, la que condena a varias generaciones, la que fractura el régimen de gobierno, la que altera el orden de convivencia, la que socava los cimientos sociales. . .

Parecida a la irresponsabilidad es la inconsciencia. Solo que aquella es una perturbación de la voluntad y esta es una perturbación del conocimiento. Aquella es una afectación del querer. Esta lo es del saber. El irresponsable no quiere cumplir con sus obligaciones. El inconsciente no sabe cuáles son sus obligaciones.

Es una verdadera joda cuando se encaraman en el poder los cínicos, los codiciosos, los irresponsables o los inconscientes. A sus pueblos más les vale que nunca lleguen a gobernar o, de perdida, que duren poco en el mandato.”

EL último dinosaurio, Francisco Galindo Ochoa. Academia Nacional, A.C., pp. 137-140.