/ jueves 19 de noviembre de 2020

Lecciones de un gran político

Este artículo lo he tenido guardado desde 2017, fecha en que leí el libro “Una página difícil de arrancar. Memorias de un socialista sin fisuras” (Editorial Planeta). El autor, Alfonso Guerra, fue junto con Felipe González actor de la transición española, ingresó a las Juventudes Socialistas en 1960 y después al PSOE, llegando a ser vicesecretario en 1979; a partir de 1982, y durante casi diez años, fue vicepresidente de gobierno en España. En el libro Guerra escribe sus memorias y reflexiones producto de su experiencia en la política y en la vida. En este artículo quiero compartir con usted algunas de sus ideas, sentencias y experiencias. Lo cito: La escritura no tiene sentido si no es para decir la verdad. Buscar la verdad profunda no es lo mismo que zaherir gratuitamente. Pretendo comprender antes que juzgar. Lo más difícil para mí es discutir con fanáticos porque la estupidez lo oscurece todo. En los momentos de decepción, no abandones; trágate la decepción a pequeños sorbos, saboréala, y no te rindas sin luchar. Sé, llegado el caso, un vencido; nunca un cobarde. No hay página más difícil de arrancar que la de la historia. Revesa llaman la treta contra el amigo, que de puro revesado no la entiende. En verdad, cuando sobre una persona se acuña una imagen, un cliché, pura repetición de ideas, éste no se detiene ante nada ni ante nadie. . . la percepción se impone a la realidad. Ya en el siglo XVIII lo dejó claro William Hazlitt, para quien ‘la reputación de un hombre no está a cargo suyo, sino que radica en la clemencia de la prodigalidad ajena. La calumnia no requiere pruebas. Las maliciosas imputaciones lanzadas contra un carácter dejan una mancha que ninguna refutación posterior puede destruir. Para crear una impresión desfavorable, no es necesario que ciertas cosas sean verdaderas, sino que hayan sido dichas. La imaginación es una textura tan delicada que aun las palabras la hieren.’ Un dirigente político tiene que ejercer la responsabilidad de su trabajo y preparar los escenarios que se puedan crear por un hecho que rechaza, que quiere evitar, pero que puede ser ineluctable. (Los populistas) consideran que cualquier procedimiento es legítimo si les permite recuperar lo suyo, el gobierno, el mando, aunque con su posición ante los asuntos de la nación perjudiquen seriamente los intereses del país. Las ideas propias de los partidos han dado paso a una suerte de oportunismo continuo, defienden lo que les interesa en cada momento concreto, sin que los detengan los escrúpulos de estar defendiendo posiciones contradictorias a otras mantenidas con anterioridad. La sociedad democrática debe defender su libertad, su vida, contra el crimen organizado, no importa bajo qué sigla se esconda. Una gran parte de la humanidad sufre por carencias básicas: por hambre, por enfermedad, por ausencia de libertad, por ignorancia, mientras que en sus propios países minorías poderosas viven en una opulencia inmoral. A aquellos que, un día cualquiera, sin saber por qué, decidieron matar la amistad prefiero recordarlos como eran. Los antiguos griegos lo expresaban muy bien: ‘Realmente no existe un testigo más terrible ni un acusador más poderoso que la conciencia que mora en cada uno de nosotros.’ Así funcionan los partidos, más como una tribu con sus ritos y escalas de autoridad que como organizaciones de funcionamiento democrático . . . El concepto de hybris procede de la Grecia clásica, donde servía para describir los actos de los poderosos que, ciegos por el exceso de confianza, trataban a sus críticos y hasta sus colaboradores con desprecio o desdén. . . se manifiesta el síndrome en una tendencia a no querer oír lo que no resulta grato, despreciando las advertencias de los adversarios y de los colaboradores cercanos. Y es que durante siglos se ha podido comprobar cómo personas equilibradas, cuando llegan al poder, sufren una suerte de pérdida del equilibrio psicológico, lo que Bertrand Russell calificó como ‘embriaguez del poder.’


Este artículo lo he tenido guardado desde 2017, fecha en que leí el libro “Una página difícil de arrancar. Memorias de un socialista sin fisuras” (Editorial Planeta). El autor, Alfonso Guerra, fue junto con Felipe González actor de la transición española, ingresó a las Juventudes Socialistas en 1960 y después al PSOE, llegando a ser vicesecretario en 1979; a partir de 1982, y durante casi diez años, fue vicepresidente de gobierno en España. En el libro Guerra escribe sus memorias y reflexiones producto de su experiencia en la política y en la vida. En este artículo quiero compartir con usted algunas de sus ideas, sentencias y experiencias. Lo cito: La escritura no tiene sentido si no es para decir la verdad. Buscar la verdad profunda no es lo mismo que zaherir gratuitamente. Pretendo comprender antes que juzgar. Lo más difícil para mí es discutir con fanáticos porque la estupidez lo oscurece todo. En los momentos de decepción, no abandones; trágate la decepción a pequeños sorbos, saboréala, y no te rindas sin luchar. Sé, llegado el caso, un vencido; nunca un cobarde. No hay página más difícil de arrancar que la de la historia. Revesa llaman la treta contra el amigo, que de puro revesado no la entiende. En verdad, cuando sobre una persona se acuña una imagen, un cliché, pura repetición de ideas, éste no se detiene ante nada ni ante nadie. . . la percepción se impone a la realidad. Ya en el siglo XVIII lo dejó claro William Hazlitt, para quien ‘la reputación de un hombre no está a cargo suyo, sino que radica en la clemencia de la prodigalidad ajena. La calumnia no requiere pruebas. Las maliciosas imputaciones lanzadas contra un carácter dejan una mancha que ninguna refutación posterior puede destruir. Para crear una impresión desfavorable, no es necesario que ciertas cosas sean verdaderas, sino que hayan sido dichas. La imaginación es una textura tan delicada que aun las palabras la hieren.’ Un dirigente político tiene que ejercer la responsabilidad de su trabajo y preparar los escenarios que se puedan crear por un hecho que rechaza, que quiere evitar, pero que puede ser ineluctable. (Los populistas) consideran que cualquier procedimiento es legítimo si les permite recuperar lo suyo, el gobierno, el mando, aunque con su posición ante los asuntos de la nación perjudiquen seriamente los intereses del país. Las ideas propias de los partidos han dado paso a una suerte de oportunismo continuo, defienden lo que les interesa en cada momento concreto, sin que los detengan los escrúpulos de estar defendiendo posiciones contradictorias a otras mantenidas con anterioridad. La sociedad democrática debe defender su libertad, su vida, contra el crimen organizado, no importa bajo qué sigla se esconda. Una gran parte de la humanidad sufre por carencias básicas: por hambre, por enfermedad, por ausencia de libertad, por ignorancia, mientras que en sus propios países minorías poderosas viven en una opulencia inmoral. A aquellos que, un día cualquiera, sin saber por qué, decidieron matar la amistad prefiero recordarlos como eran. Los antiguos griegos lo expresaban muy bien: ‘Realmente no existe un testigo más terrible ni un acusador más poderoso que la conciencia que mora en cada uno de nosotros.’ Así funcionan los partidos, más como una tribu con sus ritos y escalas de autoridad que como organizaciones de funcionamiento democrático . . . El concepto de hybris procede de la Grecia clásica, donde servía para describir los actos de los poderosos que, ciegos por el exceso de confianza, trataban a sus críticos y hasta sus colaboradores con desprecio o desdén. . . se manifiesta el síndrome en una tendencia a no querer oír lo que no resulta grato, despreciando las advertencias de los adversarios y de los colaboradores cercanos. Y es que durante siglos se ha podido comprobar cómo personas equilibradas, cuando llegan al poder, sufren una suerte de pérdida del equilibrio psicológico, lo que Bertrand Russell calificó como ‘embriaguez del poder.’