/ viernes 17 de septiembre de 2021

La Profesa contra la Pepa

La invasión de Napoleón a España y la entronización de su hermano José, deponiendo al rey Fernando séptimo, fue clave para que se iniciara en la Nueva España y los demás virreinatos americanos la lucha por la independencia de la metrópoli.

Los iniciadores fueron criollos (hijos de peninsulares nacidos aquí) como Hidalgo, Allende Aldama, Abasolo, entre otros.

Pero no solo ese elemento jugó a favor de la independencia.

También lo hizo la inconformidad que sentían los criollos por las disposiciones de la Constitución de Cádiz, conocida popularmente como “La Pepa” (fue proclamada en las festividades de San José), que establecía la separación de poderes, la limitación de los poderes del rey , la supresión de señoríos y títulos nobiliarios la libertad de imprenta, el derecho de propiedad individual, la libertad de industria y de comercio y abolía fueros, estancos y patentes.

Es decir, durante tres siglos los criollos y peninsulares se encuentra beneficiado de tener el monopolio de actividades industriales y comerciales.

Nadie podía comerciar o producir un bien o servicio sin que el rey le otorgara la concesión o patente ú nica y podía hacerlo el recipendiario o concesionario de ello, y nadie más.

Con las disposiciones de libre comercio y competencia, se vieron perjudicados los intereses económicos de quienes detentaban el monopolio de esos bienes y servicios.

Por eso, una élite de criollos encabezados por el arzobispo de México e Iturbide conspiran para consumar la independencia (las reuniones se hacían en el Oratorio de San Felipe Neri, conocido como el templo de “La Profesa”), con el objeto de independizarse de las regulaciones de libre comercio y poder seguir explotando sus patentes, fueros y concesiones que el virreinato les había otorgado.

Los insurgentes ya han muerto excepción hecha de Guerrero, Victoria y Bravo. Así que Iturbide fue designado para invitar a don Vicente a unirse; y así fue como se delinea el Plan de Iguala, se unen ambos ejércitos, se crea la bandera Trigarante y se consigue la independencia, que ratifica el último virrey Juan de O'Donojú.

La invasión de Napoleón a España y la entronización de su hermano José, deponiendo al rey Fernando séptimo, fue clave para que se iniciara en la Nueva España y los demás virreinatos americanos la lucha por la independencia de la metrópoli.

Los iniciadores fueron criollos (hijos de peninsulares nacidos aquí) como Hidalgo, Allende Aldama, Abasolo, entre otros.

Pero no solo ese elemento jugó a favor de la independencia.

También lo hizo la inconformidad que sentían los criollos por las disposiciones de la Constitución de Cádiz, conocida popularmente como “La Pepa” (fue proclamada en las festividades de San José), que establecía la separación de poderes, la limitación de los poderes del rey , la supresión de señoríos y títulos nobiliarios la libertad de imprenta, el derecho de propiedad individual, la libertad de industria y de comercio y abolía fueros, estancos y patentes.

Es decir, durante tres siglos los criollos y peninsulares se encuentra beneficiado de tener el monopolio de actividades industriales y comerciales.

Nadie podía comerciar o producir un bien o servicio sin que el rey le otorgara la concesión o patente ú nica y podía hacerlo el recipendiario o concesionario de ello, y nadie más.

Con las disposiciones de libre comercio y competencia, se vieron perjudicados los intereses económicos de quienes detentaban el monopolio de esos bienes y servicios.

Por eso, una élite de criollos encabezados por el arzobispo de México e Iturbide conspiran para consumar la independencia (las reuniones se hacían en el Oratorio de San Felipe Neri, conocido como el templo de “La Profesa”), con el objeto de independizarse de las regulaciones de libre comercio y poder seguir explotando sus patentes, fueros y concesiones que el virreinato les había otorgado.

Los insurgentes ya han muerto excepción hecha de Guerrero, Victoria y Bravo. Así que Iturbide fue designado para invitar a don Vicente a unirse; y así fue como se delinea el Plan de Iguala, se unen ambos ejércitos, se crea la bandera Trigarante y se consigue la independencia, que ratifica el último virrey Juan de O'Donojú.