/ miércoles 1 de febrero de 2017

La patria es primero

Era entonces tan extenso el territorio nacional que la frontera de México topaba con las Trece Colonias; más allá de Tejas, de Nuevo México, Arizona y la Alta California. Las montañas Rocallosas eran nuestras. Igual Amarillo y Colorado. Apenas habíamos finalizado la guerra de independencia. Sólo tres presidentes sumaba la Nación; uno de ellos, Vicente Guerrero en cuyo honor se llama así el Estado en el que vivimos.

Desde aquel tiempo los norteamericanos querían ensancharse. Les habían ofrecido dinero por territorio a los virreyes españoles. La ley del más fuerte era su polvorín de negociación. Querían hacer suyos Baja California y Sonora, Chihuahua y Coahuila, Tamaulipas y Nuevo León. Por Tejas pretendían una ganga, obtenerla a precio de remate, un millón de pesos. Por cifra similar en 1803 a Napoleón Bonaparte ya le habían comprado Luisiana pero querían más: la ambición ya tenía desde hace siglos por techo el cielo.

James Monroe, presidente de EUA, designó Ministro -equivalente hoy a Embajador-, a Joel Robert Poinseitt, mejorando la subasta por Tejas a 5 millones de pesos. No logró su encargo. El presidente de México se negó siquiera a tratar el asunto; éste era el Consumador de la Independencia, Vicente Guerrero Saldaña.

Tras el fracaso de su encomienda, Poinsett, quien era botánico de profesión visitó Taxco en navidad; fue donde descubrió la simbólica Flor de Nochebuena y, se la robó, la llevó a los Estados Unidos, allá la registró como Flor Poinsettia y, mucho tiempo anduvo saludando con sombrero ajeno al patentar este vegetal como un descubrimiento suyo. El tiempo se encargó de desenmascararlo. Es la Nochebuena una planta precoz, sólo adaptable al clima de Taxco, en Pensilvania se marchitó y no tuvo el esplendor del trópico templado de Taxco.

Joel era irascible, egocéntrico, pícaro. Pretendía ser el ombligo de las reuniones. Tenía cultura de cuatrero y era voraz en los negocios que trataba. Quiso entrometerse en la sucesión presidencial y se le achaca que conjuró en el golpe de estado contra Vicente Guerrero. Sin embargo fue a Vicente Guerrero a quien tocó ser el primero y el único de los presidentes de México, que declaró persona non grata al embajador norteamericano y lo expulsó del país.

Cuando Sam Houston tronó su artillería pesada contra las tropas harapientas de Antonio López de Santa Anna, lo hizo con cañones recién salidos de los hornos metalúrgicos de la revolución industrial yanqui. Fue tan desigual la lucha como la que puede darse entre un perro con un tigre, sin embargo Santa Anna epitafió su frase: “Sólo con sangre se gana la gloria”. Lo apresaron. No había celda donde encerrarlo. Hicieron una jaula y ahí lo metieron para otorgarle condición de cautivo. Fue en tales condiciones que lo obligaron a firmar la separación de Tejas de México y en un gesto de gracia le entregaron diez millones de pesos que el inolvidable Toño López apostó a los gallos en su rancho Manga de Clavo en la costa de Veracruz.

La invasión de 1847 para quedarse con el resto de México además de Tejas, sólo fue el pretexto militar de tomar por la fuerza lo que no habían conseguido con su montaraz diplomacia. James Monroe fue un presidente, casi idéntico a Donald Trump -hasta parece que lo imita-, que en los Estados Unidos acuñó su política con una frase: “Big Stic”: El Gran Garrote. Que tiempos después sería la favorita de Theodore Roosevelt para quedarse con el Canal de Panamá.

La historia es un dechado de las virtudes expansionistas de un imperio que no tiene misericordia con los vencidos. Hoy Donald Trump, ayer Adolfo Hitler y siempre el felino jugando con el roedor antes de que le sirva de platillo.

PD: “Tu voz es, Padre, para mi sagrada; mas la voz de mi Patria, es primero”: Vicente Guerrero.

Era entonces tan extenso el territorio nacional que la frontera de México topaba con las Trece Colonias; más allá de Tejas, de Nuevo México, Arizona y la Alta California. Las montañas Rocallosas eran nuestras. Igual Amarillo y Colorado. Apenas habíamos finalizado la guerra de independencia. Sólo tres presidentes sumaba la Nación; uno de ellos, Vicente Guerrero en cuyo honor se llama así el Estado en el que vivimos.

Desde aquel tiempo los norteamericanos querían ensancharse. Les habían ofrecido dinero por territorio a los virreyes españoles. La ley del más fuerte era su polvorín de negociación. Querían hacer suyos Baja California y Sonora, Chihuahua y Coahuila, Tamaulipas y Nuevo León. Por Tejas pretendían una ganga, obtenerla a precio de remate, un millón de pesos. Por cifra similar en 1803 a Napoleón Bonaparte ya le habían comprado Luisiana pero querían más: la ambición ya tenía desde hace siglos por techo el cielo.

James Monroe, presidente de EUA, designó Ministro -equivalente hoy a Embajador-, a Joel Robert Poinseitt, mejorando la subasta por Tejas a 5 millones de pesos. No logró su encargo. El presidente de México se negó siquiera a tratar el asunto; éste era el Consumador de la Independencia, Vicente Guerrero Saldaña.

Tras el fracaso de su encomienda, Poinsett, quien era botánico de profesión visitó Taxco en navidad; fue donde descubrió la simbólica Flor de Nochebuena y, se la robó, la llevó a los Estados Unidos, allá la registró como Flor Poinsettia y, mucho tiempo anduvo saludando con sombrero ajeno al patentar este vegetal como un descubrimiento suyo. El tiempo se encargó de desenmascararlo. Es la Nochebuena una planta precoz, sólo adaptable al clima de Taxco, en Pensilvania se marchitó y no tuvo el esplendor del trópico templado de Taxco.

Joel era irascible, egocéntrico, pícaro. Pretendía ser el ombligo de las reuniones. Tenía cultura de cuatrero y era voraz en los negocios que trataba. Quiso entrometerse en la sucesión presidencial y se le achaca que conjuró en el golpe de estado contra Vicente Guerrero. Sin embargo fue a Vicente Guerrero a quien tocó ser el primero y el único de los presidentes de México, que declaró persona non grata al embajador norteamericano y lo expulsó del país.

Cuando Sam Houston tronó su artillería pesada contra las tropas harapientas de Antonio López de Santa Anna, lo hizo con cañones recién salidos de los hornos metalúrgicos de la revolución industrial yanqui. Fue tan desigual la lucha como la que puede darse entre un perro con un tigre, sin embargo Santa Anna epitafió su frase: “Sólo con sangre se gana la gloria”. Lo apresaron. No había celda donde encerrarlo. Hicieron una jaula y ahí lo metieron para otorgarle condición de cautivo. Fue en tales condiciones que lo obligaron a firmar la separación de Tejas de México y en un gesto de gracia le entregaron diez millones de pesos que el inolvidable Toño López apostó a los gallos en su rancho Manga de Clavo en la costa de Veracruz.

La invasión de 1847 para quedarse con el resto de México además de Tejas, sólo fue el pretexto militar de tomar por la fuerza lo que no habían conseguido con su montaraz diplomacia. James Monroe fue un presidente, casi idéntico a Donald Trump -hasta parece que lo imita-, que en los Estados Unidos acuñó su política con una frase: “Big Stic”: El Gran Garrote. Que tiempos después sería la favorita de Theodore Roosevelt para quedarse con el Canal de Panamá.

La historia es un dechado de las virtudes expansionistas de un imperio que no tiene misericordia con los vencidos. Hoy Donald Trump, ayer Adolfo Hitler y siempre el felino jugando con el roedor antes de que le sirva de platillo.

PD: “Tu voz es, Padre, para mi sagrada; mas la voz de mi Patria, es primero”: Vicente Guerrero.

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