/ jueves 1 de agosto de 2019

La mano que mece la cuna

“Cuando vean que para producir necesitan obtener la aprobación de quienes no producen nada; cuando vean que el dinero fluye a quienes comercian no en bienes sino en favores; cuando vean que los hombres se hacen más ricos a través de la estafa que del trabajo, y sus leyes no los protegen de ellos, pero los protegen a ellos de ustedes; cuando vean que la corrupción es recompensada y la honestidad se convierte en un sacrificio personal; sabrán que su sociedad está condenada” Ayn Rand.

La memoria es la capacidad mental que posibilita a un sujeto registrar, conservar y evocar las experiencias (ideas, imágenes, acontecimientos, sentimientos, etc.). La memoria amplía nuestro mundo. Sin ella, la vida carecería de continuidad y cada día de nuestra vida, sería un acontecimiento aislado; es decir, no se podría aprender del pasado, ni prever el futuro; lo que a veces sucede por muchos y diferentes motivos (voluntarios e involuntarios), es lo complicado que resulta recuperarlos cuando se necesitan.

Majestuoso y maravilloso nuestro Sistema Nervioso Central (SNC), que tiene como pieza central (entre otras importantísimas para la vida), el cerebro. ¿Pero por qué hablar de términos científicos, fisiológicos y hasta patológicos, en la política actual; el tema que hoy nos ocupa y preocupa?

Se dice, que hoy en el “estigmatizado” gobierno d Andrés Manuel López Obrador, asistimos al retorno inequívoco del antiguo régimen priísta, según léxico de algunos (“eruditos” y no excentos de “chayote”) medios de comunicación agrupados o individuales; que manipulan y manosean y les roban las ideas propias o en su defecto se las canjean, tal cual líderes de sectas religiosas, a quien o quienes por voluntad (obligada), se lo permiten.

Motivo y razón por lo cual recurrimos a la memoria y recordamos el pasado que nos trae al presente, una serie de historias recurrentes y trágicas de gobiernos anteriores que ya vivimos, que ya sufrimos y a los cuales después de llegar a su término la mayoría de los mexicanos que no somos privilegiados, pudimos sobrevivir, para razonar cuáles fueron las acciones de los “dioses omnipotentes”, que nos hicieron caer de rodillas, y que hoy ante la sordera humillante de una parte de la sociedad (todavía humillada), se atreven una y otra vez en un discurso monolítico, decir que el pasado ya pasó.

Y de esta injusta manera (porque no hay razón congruente), los mexicanos estamos frente a una disyuntiva que ya no se puede sortear a la ligera. Hoy estamos pasando por un torbellino político que lejos de acercarnos a un cambio positivo, nos está transformando en personas-zombis, sin razonamiento, sin criterio y sin prudencia, volteando (cada quien) “como nunca”, a sus intereses particulares, a sus preferencias, gustos, comodidad y privilegios, de una manera grotesca.

Esperando de corazón que el tiempo pase rápido y que se termine este suplicio cargado de odio y violencia en contra del presidente López Obrador, que se antoja como un franco proceso de descomposición, ante la terrible incertidumbre de saber si algún día superaremos estas diferencias.

Entonces ¿Cómo saber tomar el camino correcto, aun cuando no sea nuestro predilecto y sin permitir que se meta la mano que mece la cuna? ¿Cómo tendremos la agudeza, sin confundir la memoria con el pasado, de considerar qué si al país le va bien, a todos nosotros también? ¡Vale la pena reflexionarlo!

“Cuando vean que para producir necesitan obtener la aprobación de quienes no producen nada; cuando vean que el dinero fluye a quienes comercian no en bienes sino en favores; cuando vean que los hombres se hacen más ricos a través de la estafa que del trabajo, y sus leyes no los protegen de ellos, pero los protegen a ellos de ustedes; cuando vean que la corrupción es recompensada y la honestidad se convierte en un sacrificio personal; sabrán que su sociedad está condenada” Ayn Rand.

La memoria es la capacidad mental que posibilita a un sujeto registrar, conservar y evocar las experiencias (ideas, imágenes, acontecimientos, sentimientos, etc.). La memoria amplía nuestro mundo. Sin ella, la vida carecería de continuidad y cada día de nuestra vida, sería un acontecimiento aislado; es decir, no se podría aprender del pasado, ni prever el futuro; lo que a veces sucede por muchos y diferentes motivos (voluntarios e involuntarios), es lo complicado que resulta recuperarlos cuando se necesitan.

Majestuoso y maravilloso nuestro Sistema Nervioso Central (SNC), que tiene como pieza central (entre otras importantísimas para la vida), el cerebro. ¿Pero por qué hablar de términos científicos, fisiológicos y hasta patológicos, en la política actual; el tema que hoy nos ocupa y preocupa?

Se dice, que hoy en el “estigmatizado” gobierno d Andrés Manuel López Obrador, asistimos al retorno inequívoco del antiguo régimen priísta, según léxico de algunos (“eruditos” y no excentos de “chayote”) medios de comunicación agrupados o individuales; que manipulan y manosean y les roban las ideas propias o en su defecto se las canjean, tal cual líderes de sectas religiosas, a quien o quienes por voluntad (obligada), se lo permiten.

Motivo y razón por lo cual recurrimos a la memoria y recordamos el pasado que nos trae al presente, una serie de historias recurrentes y trágicas de gobiernos anteriores que ya vivimos, que ya sufrimos y a los cuales después de llegar a su término la mayoría de los mexicanos que no somos privilegiados, pudimos sobrevivir, para razonar cuáles fueron las acciones de los “dioses omnipotentes”, que nos hicieron caer de rodillas, y que hoy ante la sordera humillante de una parte de la sociedad (todavía humillada), se atreven una y otra vez en un discurso monolítico, decir que el pasado ya pasó.

Y de esta injusta manera (porque no hay razón congruente), los mexicanos estamos frente a una disyuntiva que ya no se puede sortear a la ligera. Hoy estamos pasando por un torbellino político que lejos de acercarnos a un cambio positivo, nos está transformando en personas-zombis, sin razonamiento, sin criterio y sin prudencia, volteando (cada quien) “como nunca”, a sus intereses particulares, a sus preferencias, gustos, comodidad y privilegios, de una manera grotesca.

Esperando de corazón que el tiempo pase rápido y que se termine este suplicio cargado de odio y violencia en contra del presidente López Obrador, que se antoja como un franco proceso de descomposición, ante la terrible incertidumbre de saber si algún día superaremos estas diferencias.

Entonces ¿Cómo saber tomar el camino correcto, aun cuando no sea nuestro predilecto y sin permitir que se meta la mano que mece la cuna? ¿Cómo tendremos la agudeza, sin confundir la memoria con el pasado, de considerar qué si al país le va bien, a todos nosotros también? ¡Vale la pena reflexionarlo!

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