/ lunes 5 de noviembre de 2018

La legitimación de la SSP

Un mes después del inicio del nuevo gobierno municipal de Acapulco, el Cabildo validó la propuesta de la alcaldesa Adela Román Ocampo para la titularidad de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP).

Se trata de Geovanni Mejía Olguín, formado en las filas de la Policía Federal, donde fungió como director general del área de Investigación, además de haber pasado por la desaparecida Agencia Federal de Investigación de la Procuraduría General de la República.

Acapulqueño de 43 años de edad, Mejía Olguín tiene un perfil idóneo para desempeñarse como jefe de la Policía Municipal, en momentos donde esa corporación enfrenta un grave problema de credibilidad y confianza ante los ciudadanos por irregularidades evidenciadas al paso de cada administración local.

En la que recién terminó, por ejemplo, justamente a unos días de que Evodio Velázquez Aguirre cediera la estafeta a Román Ocampo, la Secretaría de Marina intervino a la Secretaría de Seguridad para proceder a la detención de dos mandos policiacos por causas penales en su contra y revisar la situación general de la dependencia. Entre las anomalías detectadas, resalta un faltante de 342 armas, cuyo destino sigue sin conocerse, y más de 600 policías sin certificación.

Es menester, dada su gravísima radiografía, que el nuevo titular de la SSP sanee la dependencia a fondo, como parte de los primeros pasos para lograr la recuperación de la paz y la tranquilidad en la ciudad. Los resultados contra la inseguridad dependerán, en gran medida, del adecuado funcionamiento de la Policía Preventiva y de su continua profesionalización.

Por ello, uno de los asuntos urgentes a resolver es la certificación de todos los agentes policiacos para conseguir su rearme inmediato y su reincorporación a las tareas de seguridad y vigilancia, que, dicho sea de paso, requieren ser adecuadas conforme a los retos actuales.

Debe admitirse que la responsabilidad de dirigir la Policía Preventiva dista de ser sencilla. Es el área más álgida de la administración municipal desde sus entrañas, y garantizar acciones de prevención del delito ha adquirido cierta complejidad por la operatividad de la delincuencia organizada.

Es, bajo esas premisas, que Mejía Olguín merece ser arropado por la población y los distintos sectores de Acapulco, a manera de concederle un blindaje social, y recibir un plazo considerable para que desarrolle su plan de trabajo sin presiones ni condiciones.

Sería desaforado exigirle un cambio inmediato en la situación de inseguridad y la percepción sobre Acapulco hacia el exterior porque las acciones policiacas deben ir de la mano de políticas en materia social que reviertan, de origen, la descomposición de nuestro núcleo.

En ese entendido, la labor de la Secretaría de Seguridad debería ser meramente complementaria y su trabajo estaría plenamente dedicado a su naturaleza: la prevención del delito.

Es el momento de dignificar la imagen de la policía y que su presencia, en cada esquina y calles, transmita sensaciones de tranquilidad en lugar del efecto contrario que actualmente causa.

Un mes después del inicio del nuevo gobierno municipal de Acapulco, el Cabildo validó la propuesta de la alcaldesa Adela Román Ocampo para la titularidad de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP).

Se trata de Geovanni Mejía Olguín, formado en las filas de la Policía Federal, donde fungió como director general del área de Investigación, además de haber pasado por la desaparecida Agencia Federal de Investigación de la Procuraduría General de la República.

Acapulqueño de 43 años de edad, Mejía Olguín tiene un perfil idóneo para desempeñarse como jefe de la Policía Municipal, en momentos donde esa corporación enfrenta un grave problema de credibilidad y confianza ante los ciudadanos por irregularidades evidenciadas al paso de cada administración local.

En la que recién terminó, por ejemplo, justamente a unos días de que Evodio Velázquez Aguirre cediera la estafeta a Román Ocampo, la Secretaría de Marina intervino a la Secretaría de Seguridad para proceder a la detención de dos mandos policiacos por causas penales en su contra y revisar la situación general de la dependencia. Entre las anomalías detectadas, resalta un faltante de 342 armas, cuyo destino sigue sin conocerse, y más de 600 policías sin certificación.

Es menester, dada su gravísima radiografía, que el nuevo titular de la SSP sanee la dependencia a fondo, como parte de los primeros pasos para lograr la recuperación de la paz y la tranquilidad en la ciudad. Los resultados contra la inseguridad dependerán, en gran medida, del adecuado funcionamiento de la Policía Preventiva y de su continua profesionalización.

Por ello, uno de los asuntos urgentes a resolver es la certificación de todos los agentes policiacos para conseguir su rearme inmediato y su reincorporación a las tareas de seguridad y vigilancia, que, dicho sea de paso, requieren ser adecuadas conforme a los retos actuales.

Debe admitirse que la responsabilidad de dirigir la Policía Preventiva dista de ser sencilla. Es el área más álgida de la administración municipal desde sus entrañas, y garantizar acciones de prevención del delito ha adquirido cierta complejidad por la operatividad de la delincuencia organizada.

Es, bajo esas premisas, que Mejía Olguín merece ser arropado por la población y los distintos sectores de Acapulco, a manera de concederle un blindaje social, y recibir un plazo considerable para que desarrolle su plan de trabajo sin presiones ni condiciones.

Sería desaforado exigirle un cambio inmediato en la situación de inseguridad y la percepción sobre Acapulco hacia el exterior porque las acciones policiacas deben ir de la mano de políticas en materia social que reviertan, de origen, la descomposición de nuestro núcleo.

En ese entendido, la labor de la Secretaría de Seguridad debería ser meramente complementaria y su trabajo estaría plenamente dedicado a su naturaleza: la prevención del delito.

Es el momento de dignificar la imagen de la policía y que su presencia, en cada esquina y calles, transmita sensaciones de tranquilidad en lugar del efecto contrario que actualmente causa.