/ lunes 4 de julio de 2022

La construcción democrática para las mujeres

El 3 de julio de 1955 se erigió como una fecha inolvidable en la memoria política nacional, particularmente del movimiento feminista, pues fue la primera vez en la que las mujeres acudieron a votar, ocasión en la que se renovó la Cámara de Diputados para XLIII Legislatura del Congreso de la Unión.

Este hecho, para las generaciones contemporáneas pudiera parecer un acto de irrefutable aplicabilidad en nuestros días; sin embargo, es importante mencionar que la historia de la participación política en nuestro país tuvo luces y sombras durante el siglo XX.

Al respecto, si bien es cierto que la Constitución Federal en vigor, promulgada el 5 de febrero de 1917 representó un parteaguas al ser la primera Ley Fundamental en el orbe en incluir los derechos sociales, como la propiedad de la tierra, la regulación laboral y educativo; también lo es que su contenido no permitió el derecho a votar y ser votadas para las mujeres, siendo una prerrogativa exclusiva para los hombres.

No obstante, en esa coyuntura ya empezaban a surgir movimientos en pro de los derechos de las mujeres, principalmente en el orden local, bajo el liderazgo de distinguidas activistas como Elvia Carrillo Puerto, quien se convirtió en una de las primeras mujeres elegidas para formar parte de un cuerpo legislativo en México, como diputada local en Yucatán.

La lucha continuó, se intensificó y replicó a nivel nacional, siendo el caso que para 1937, durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas del Río se presentó una reforma constitucional para otorgar dichos derechos; pero no concluyó el proceso legislativo.

Posteriormente, para el 12 de febrero de 1947, se reformó el artículo 115 de la Carta Magna para otorgar al sector femenino el derecho a votar y ser votadas, pero exclusivamente en el orden municipal. Consecutivamente, en 1952, más de 20 mil mujeres salieron a protestar en el parque 18 de marzo de la Ciudad de México, para reclamar el derecho a votar y ser elegidas.

Fue así como el 17 de octubre de 1953 el presidente Adolfo Ruiz Cortines promulgó las reformas constitucionales para que las mexicanas gozaran de ciudadanía plena, pudiendo participar en las elecciones federales y locales. El producto de esta transformación fue que justamente el 3 de julio de 1955 las mujeres votaran por primera vez.

A pesar de ello, el pleno empoderamiento de los derechos de las mujeres tuvo una germinación gradual. Ya que hasta 1964, María Lavalle Urbina y Alicia Arellano Tapia se pensaron en las primeras senadoras, y en 1979 aconteció la primera victoria para una mujer en una gubernatura, con Griselda Álvarez en el estado de Colima.

Sin duda alguna, actualmente, la lucha ha seguido evolucionando, pues lo que en un principio fue la pugna por la indiscutible participación política de la mujer, hoy ha evolucionado en banderas como la paridad de género y la erradicación de todo tipo de violencia contra la mujer

Por ello, aún en tiempos de paridad de género, es indispensable reconocer los desafíos que siguen enfrentando las mujeres, como lo es formar parte de los órganos de gobierno de las Cámaras legislativas, así como otorgarles mayor reconocimiento y valor a sus aportaciones en la construcción de un México justo y equitativo.

El 3 de julio de 1955 se erigió como una fecha inolvidable en la memoria política nacional, particularmente del movimiento feminista, pues fue la primera vez en la que las mujeres acudieron a votar, ocasión en la que se renovó la Cámara de Diputados para XLIII Legislatura del Congreso de la Unión.

Este hecho, para las generaciones contemporáneas pudiera parecer un acto de irrefutable aplicabilidad en nuestros días; sin embargo, es importante mencionar que la historia de la participación política en nuestro país tuvo luces y sombras durante el siglo XX.

Al respecto, si bien es cierto que la Constitución Federal en vigor, promulgada el 5 de febrero de 1917 representó un parteaguas al ser la primera Ley Fundamental en el orbe en incluir los derechos sociales, como la propiedad de la tierra, la regulación laboral y educativo; también lo es que su contenido no permitió el derecho a votar y ser votadas para las mujeres, siendo una prerrogativa exclusiva para los hombres.

No obstante, en esa coyuntura ya empezaban a surgir movimientos en pro de los derechos de las mujeres, principalmente en el orden local, bajo el liderazgo de distinguidas activistas como Elvia Carrillo Puerto, quien se convirtió en una de las primeras mujeres elegidas para formar parte de un cuerpo legislativo en México, como diputada local en Yucatán.

La lucha continuó, se intensificó y replicó a nivel nacional, siendo el caso que para 1937, durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas del Río se presentó una reforma constitucional para otorgar dichos derechos; pero no concluyó el proceso legislativo.

Posteriormente, para el 12 de febrero de 1947, se reformó el artículo 115 de la Carta Magna para otorgar al sector femenino el derecho a votar y ser votadas, pero exclusivamente en el orden municipal. Consecutivamente, en 1952, más de 20 mil mujeres salieron a protestar en el parque 18 de marzo de la Ciudad de México, para reclamar el derecho a votar y ser elegidas.

Fue así como el 17 de octubre de 1953 el presidente Adolfo Ruiz Cortines promulgó las reformas constitucionales para que las mexicanas gozaran de ciudadanía plena, pudiendo participar en las elecciones federales y locales. El producto de esta transformación fue que justamente el 3 de julio de 1955 las mujeres votaran por primera vez.

A pesar de ello, el pleno empoderamiento de los derechos de las mujeres tuvo una germinación gradual. Ya que hasta 1964, María Lavalle Urbina y Alicia Arellano Tapia se pensaron en las primeras senadoras, y en 1979 aconteció la primera victoria para una mujer en una gubernatura, con Griselda Álvarez en el estado de Colima.

Sin duda alguna, actualmente, la lucha ha seguido evolucionando, pues lo que en un principio fue la pugna por la indiscutible participación política de la mujer, hoy ha evolucionado en banderas como la paridad de género y la erradicación de todo tipo de violencia contra la mujer

Por ello, aún en tiempos de paridad de género, es indispensable reconocer los desafíos que siguen enfrentando las mujeres, como lo es formar parte de los órganos de gobierno de las Cámaras legislativas, así como otorgarles mayor reconocimiento y valor a sus aportaciones en la construcción de un México justo y equitativo.