/ jueves 12 de octubre de 2017

¿In-dependiente?

“Los días se van y el pobre calendario, se siente adelgazar de modo extraordinario”: Gabilondo Soler “Cri Cri”.

 

Inicio mi artículo, externando mi sensible pésame a los amigos de este Diario, especialmente a Lic. Lucila Peláez (Directora), y de corazón a Sonia Amelio; por la partida a La Casa del Padre, de nuestro querido y respetado compañero de Página Editorial por muchos años, Don Luis de la Hidalga. Descanse en Paz.

Los días pasan y pasan cada vez más veloces. Los movimientos estratégicos pero chocantes de los partidos políticos para las próximas elecciones del 2018 (especialmente para presidente de México), más la novedad, lo que está de moda, es decir, los candidatos (in) dependientes, o sea, los aspirantes de toda estirpe, linaje o alcurnia política para adornar Los Pinos, ya están pululando a la vuelta de la esquina.

En el diario escuchar y leer criterios, polémicas, perspectivas, indirectas, etc., de lo que ya es un hecho: las próximas elecciones; debemos, tenemos que prepararnos para elegir con criterio el perfil de cada candidato (a), pensando primero en la mujer o en el hombre, no en el partido o en las ataduras.

La primera pregunta que surge: ¿Será el 2018 un año político para todo el país, o solamente será asunto de la “clase política” con sus volátiles programas y esquizofrénicos proyectos, en busca de clientela para que los apoyen con sus votos? ¿O será un quimérico año en el cual la sociedad ya no será ni sumisa, acomodaticia, o espectadora ante las diferentes “cuestiones” de los partidos políticos y/o de sus candidatos in dependientes?

Como resultado de una de las tantas reformas en materia electoral (ya viva esta figura), en las próximas elecciones del 2018, los ciudadanos electores podrán otorgar su sufragio a los candidatos independientes (que llenen los requisitos jurídicos), es decir, ciudadanos que (supuestamente) no militan en ningún partido político y que buscan un puesto de representación popular; llámese presidente de la República, senadores, diputados, ejecutivos estatales, alcaldes, -y lo que se acumule-.

Aquí hay que poner atención que no estamos hablando de capacidad, sólo de posibilidad, sin embargo, los candidatos independientes (pueden) y podrán ser (de alguna manera) la respuesta que buscan miles y miles de ciudadanos que no encuentran afinidad, ni se identifican con las diversas “corrientes” políticas de los (demasiados) partidos.

Los candidatos partidistas dependientes, co-dependientes o in-dependientes, tienen que sentarse en la realidad del país, de que los problemas sociales como la pobreza, el hambre, el desempleo, la violencia, la inseguridad, la falta de atención en salud, en educación, etc., no son simplemente datos de estadística, de orden económico o jurídico, sino signos de nuestro tiempo; es la presencia de estructuras de injusticia que nos grita que la sociedad ya no puede permanecer indiferente y permisiva, ni siquiera neutrales ante esta situación.

Por esta razón, hay que recordar que la democracia no es la emisión del voto en las urnas por los ciudadanos, pero quizá sí empieza por ahí. La democracia es la actitud saludable, no sobornable de esa participación de la sociedad; es lograr vigilando y exigiendo (por derecho propio), que esos proyectos y programas políticos propuestos (con nuestro dinero), no se queden en simples promesas, ni en las bolsas ajenas.

Ahora bien, el profesional político-candidato (de cualquier razón social), se podría definir como la persona que entiende perfectamente que la política es una actividad organizada y concreta, destinada a lograr el bienestar común; y que se dedica a construir delicadamente esa compleja trama que liga al ciudadano con las instituciones gubernamentales, es decir, la relación estrecha entre el consenso y la representación.

No se trata solamente de la elección formal (2018), que nos cuesta mucho esfuerzo y mucho dinero, sino de escoger a una mujer o a un hombre idóneo (a), que en primer lugar no se vaya a embolsar el dinero que tanta falta nos hace; pero, sobre todo, necesitamos un hombre o una mujer, que no continúe sacrificando la nutrición, la salud y la educación de los niños y de los jóvenes, para crear más tarde, una sociedad de seres manipulables y dóciles a las imposiciones y a las dictaduras. ¡Vale la pena reflexionarlo!

“Los días se van y el pobre calendario, se siente adelgazar de modo extraordinario”: Gabilondo Soler “Cri Cri”.

 

Inicio mi artículo, externando mi sensible pésame a los amigos de este Diario, especialmente a Lic. Lucila Peláez (Directora), y de corazón a Sonia Amelio; por la partida a La Casa del Padre, de nuestro querido y respetado compañero de Página Editorial por muchos años, Don Luis de la Hidalga. Descanse en Paz.

Los días pasan y pasan cada vez más veloces. Los movimientos estratégicos pero chocantes de los partidos políticos para las próximas elecciones del 2018 (especialmente para presidente de México), más la novedad, lo que está de moda, es decir, los candidatos (in) dependientes, o sea, los aspirantes de toda estirpe, linaje o alcurnia política para adornar Los Pinos, ya están pululando a la vuelta de la esquina.

En el diario escuchar y leer criterios, polémicas, perspectivas, indirectas, etc., de lo que ya es un hecho: las próximas elecciones; debemos, tenemos que prepararnos para elegir con criterio el perfil de cada candidato (a), pensando primero en la mujer o en el hombre, no en el partido o en las ataduras.

La primera pregunta que surge: ¿Será el 2018 un año político para todo el país, o solamente será asunto de la “clase política” con sus volátiles programas y esquizofrénicos proyectos, en busca de clientela para que los apoyen con sus votos? ¿O será un quimérico año en el cual la sociedad ya no será ni sumisa, acomodaticia, o espectadora ante las diferentes “cuestiones” de los partidos políticos y/o de sus candidatos in dependientes?

Como resultado de una de las tantas reformas en materia electoral (ya viva esta figura), en las próximas elecciones del 2018, los ciudadanos electores podrán otorgar su sufragio a los candidatos independientes (que llenen los requisitos jurídicos), es decir, ciudadanos que (supuestamente) no militan en ningún partido político y que buscan un puesto de representación popular; llámese presidente de la República, senadores, diputados, ejecutivos estatales, alcaldes, -y lo que se acumule-.

Aquí hay que poner atención que no estamos hablando de capacidad, sólo de posibilidad, sin embargo, los candidatos independientes (pueden) y podrán ser (de alguna manera) la respuesta que buscan miles y miles de ciudadanos que no encuentran afinidad, ni se identifican con las diversas “corrientes” políticas de los (demasiados) partidos.

Los candidatos partidistas dependientes, co-dependientes o in-dependientes, tienen que sentarse en la realidad del país, de que los problemas sociales como la pobreza, el hambre, el desempleo, la violencia, la inseguridad, la falta de atención en salud, en educación, etc., no son simplemente datos de estadística, de orden económico o jurídico, sino signos de nuestro tiempo; es la presencia de estructuras de injusticia que nos grita que la sociedad ya no puede permanecer indiferente y permisiva, ni siquiera neutrales ante esta situación.

Por esta razón, hay que recordar que la democracia no es la emisión del voto en las urnas por los ciudadanos, pero quizá sí empieza por ahí. La democracia es la actitud saludable, no sobornable de esa participación de la sociedad; es lograr vigilando y exigiendo (por derecho propio), que esos proyectos y programas políticos propuestos (con nuestro dinero), no se queden en simples promesas, ni en las bolsas ajenas.

Ahora bien, el profesional político-candidato (de cualquier razón social), se podría definir como la persona que entiende perfectamente que la política es una actividad organizada y concreta, destinada a lograr el bienestar común; y que se dedica a construir delicadamente esa compleja trama que liga al ciudadano con las instituciones gubernamentales, es decir, la relación estrecha entre el consenso y la representación.

No se trata solamente de la elección formal (2018), que nos cuesta mucho esfuerzo y mucho dinero, sino de escoger a una mujer o a un hombre idóneo (a), que en primer lugar no se vaya a embolsar el dinero que tanta falta nos hace; pero, sobre todo, necesitamos un hombre o una mujer, que no continúe sacrificando la nutrición, la salud y la educación de los niños y de los jóvenes, para crear más tarde, una sociedad de seres manipulables y dóciles a las imposiciones y a las dictaduras. ¡Vale la pena reflexionarlo!

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