/ domingo 20 de marzo de 2022

Figuras del pasado

En el aniversario 216 del llamado Benemérito de la Patria, sin duda las glorias del Presidente Benito Juárez intentarán colocarlas en el pecho de un político actual que rindió protesta como Presidente, sin detenerse a una consideración, los tiempos y las circunstancias son distintas, incluidos los conservadores y liberales.

Si Juárez alcanzó no una transformación, sino un momento de estabilidad con responsabilidad ante el país al que juró defender, no se debe solo a sostener una férrea decisión ante ese presente que le tocó vivir, sino que le correspondió resolver y así lo hizo, sin justificación del pasado.

El presidente itinerante logró reformas importantes con un congreso comprometido con una nación, no con una figura, si logró que el Plan de Ayutla, impulsado por Álvarez y Comonfort, acabara con la dictadura de Santana, fue porque su contenido beneficiaba a la nación que surgía tras movimientos armados distintos a los hechos de sangre y violencia que le tocan al personaje en cuestión y no están resueltos.

Hay pues en la vida y acciones de Juárez y del actual Presidente de México, contextos distintos, acciones distintas y resultados distintos.

¿Por qué meter en una vida política como la de Juárez, juzgada por la historia con todavía aspectos que no ha logrado el país ser favorecido en el recuento de la separación de la iglesia y el estado, o en el regreso del Ejército, considerar que encaja y justifica un proyecto de nación como el actual?

Si consideramos que ambos son iguales es partir de una equivocada concepción de contextos sociales, económicos, políticos, culturales, y demás. No entenderlo así, a estas alturas de un gobierno que se comprometió a ser impulsor de una gran transformación, es porque no hay resultados de los cuales vanagloriarse.

Si los políticos se acogen a figuras del pasado para justificar su presente es porque más allá de la inspiración que puedan causar intentar colocar un molde que nunca encajará porque tiene cada cual su propia historia y tiene la sociedad el registro de esos recuerdos de su actuación.

Recuerdos que intentan confundir con palabras para que la sociedad deje de asociar malas acciones con malos resultados y terminen por ceder por cansancio.

Si bien Juárez tuvo altura para lidiar con problemas graves como la intervención francesa o el intento del establecimiento de la monarquía, hay en la evaluación de este momento un gobierno que pueda decir que ha tenido estatura para superar las deficiencias que enarboló en los años de su campaña para tomar el poder? O solo es la justificación para sostener un gobierno al ampliar un periodo de mandato.

El país está en riesgo y no está Juárez. El país está desmoronándose internamente y no hay capacidad para integrar.

El país tiene miedo y no hay certeza de que el presente garantice estabilidad. El país tiene pendientes y lo que hay son palabras huecas. ¿Hasta dónde podrá quien lo encabeza asumir la alta responsabilidad que juró sabía como hacerlo? Los tiempos se acortan, pero no hay ni oposición ni liderazgos, solo conveniencias. ¿Surrealismo?

En el aniversario 216 del llamado Benemérito de la Patria, sin duda las glorias del Presidente Benito Juárez intentarán colocarlas en el pecho de un político actual que rindió protesta como Presidente, sin detenerse a una consideración, los tiempos y las circunstancias son distintas, incluidos los conservadores y liberales.

Si Juárez alcanzó no una transformación, sino un momento de estabilidad con responsabilidad ante el país al que juró defender, no se debe solo a sostener una férrea decisión ante ese presente que le tocó vivir, sino que le correspondió resolver y así lo hizo, sin justificación del pasado.

El presidente itinerante logró reformas importantes con un congreso comprometido con una nación, no con una figura, si logró que el Plan de Ayutla, impulsado por Álvarez y Comonfort, acabara con la dictadura de Santana, fue porque su contenido beneficiaba a la nación que surgía tras movimientos armados distintos a los hechos de sangre y violencia que le tocan al personaje en cuestión y no están resueltos.

Hay pues en la vida y acciones de Juárez y del actual Presidente de México, contextos distintos, acciones distintas y resultados distintos.

¿Por qué meter en una vida política como la de Juárez, juzgada por la historia con todavía aspectos que no ha logrado el país ser favorecido en el recuento de la separación de la iglesia y el estado, o en el regreso del Ejército, considerar que encaja y justifica un proyecto de nación como el actual?

Si consideramos que ambos son iguales es partir de una equivocada concepción de contextos sociales, económicos, políticos, culturales, y demás. No entenderlo así, a estas alturas de un gobierno que se comprometió a ser impulsor de una gran transformación, es porque no hay resultados de los cuales vanagloriarse.

Si los políticos se acogen a figuras del pasado para justificar su presente es porque más allá de la inspiración que puedan causar intentar colocar un molde que nunca encajará porque tiene cada cual su propia historia y tiene la sociedad el registro de esos recuerdos de su actuación.

Recuerdos que intentan confundir con palabras para que la sociedad deje de asociar malas acciones con malos resultados y terminen por ceder por cansancio.

Si bien Juárez tuvo altura para lidiar con problemas graves como la intervención francesa o el intento del establecimiento de la monarquía, hay en la evaluación de este momento un gobierno que pueda decir que ha tenido estatura para superar las deficiencias que enarboló en los años de su campaña para tomar el poder? O solo es la justificación para sostener un gobierno al ampliar un periodo de mandato.

El país está en riesgo y no está Juárez. El país está desmoronándose internamente y no hay capacidad para integrar.

El país tiene miedo y no hay certeza de que el presente garantice estabilidad. El país tiene pendientes y lo que hay son palabras huecas. ¿Hasta dónde podrá quien lo encabeza asumir la alta responsabilidad que juró sabía como hacerlo? Los tiempos se acortan, pero no hay ni oposición ni liderazgos, solo conveniencias. ¿Surrealismo?