/ martes 10 de septiembre de 2019

Falcotitlan: HIGIENE

El 3 de septiembre se celebró el Día Mundial de la Higiene. El cual se limita a una recomendación que puede salvar vidas, lo ha hecho en sí. Se trata de convertir nuestros hábitos en la práctica de prevenir enfermedades, una de las maneras es el lavado de manos, algo muy elemental con agua y jabón, o bien, con alcohol en gel, sanitizante o antiséptico. La regla marca que debe ser por 24 segundos como mínimo, una forma trivial, pero eficaz y económica para evitar la propagación de la diarrea, influenza, hepatitis, neumonía, Síndrome Urémico Hemolítico (SUH) e infecciones de la piel. Según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), lavarse las manos con jabón puede reducir la incidencia de infecciones respiratorias en un 23 por ciento, como la neumonía, que es la primera causa de muerte de niños menores de cinco años y que mata cada año a más de dos millones de infantes. En tanto, más de 5 mil niños y niñas menores de cinco años mueren diariamente en el mundo como resultado de las enfermedades diarreicas, debidas en parte al agua contaminada, a la carencia de instalaciones de saneamiento básico y a prácticas higiénicas deficientes.

Quiero puntualizar que ese Día Mundial de la Higiene, debe trastocar nuestros sentidos. Ya que el supremo punto neuronal para equilibrar esta fatídica consecuencia, es tener una idea común para concentrar la permanencia de la armonía en cada humano, nacido o por nacer. La educación y las formas de conducirnos, los modales y conductas. Nuestra idiosincrasia nos permite cuidarnos y proteger lo que más deseamos, queremos o amamos. Me refiero a una mentalidad inalienable e intrínseca en todo miembro de este planeta, tener un espíritu higiénico.

¿Por qué? Porque hemos actuado en contra de nuestra especie y todas, potencializando el arte de asesinar, la poda artificial de miles de millones, o deshumanizando las formas de convivir y postrando un camino de miseria, hambruna y guerras. El menosprecio y el desconocimiento, abanderan el ultraje que de civilización en civilización ha originado lo que hoy somos. Nosotros mismos nos hemos eximido de la belleza de la humanidad. Limpiar los tiempos que hemos vivido, el pasado que debemos enganchar con lo bueno y productivo, el futuro correcto y trascendente, y en este presente, valorar nuestras generaciones. Los procesos sostenibles y el desarrollo sustentable son un camino, ya que es un tratado o una tesis personal, y se activa para mejorar todo aspecto de la existencia ambiental, cultural, económica y social.

El 3 de septiembre se celebró el Día Mundial de la Higiene. El cual se limita a una recomendación que puede salvar vidas, lo ha hecho en sí. Se trata de convertir nuestros hábitos en la práctica de prevenir enfermedades, una de las maneras es el lavado de manos, algo muy elemental con agua y jabón, o bien, con alcohol en gel, sanitizante o antiséptico. La regla marca que debe ser por 24 segundos como mínimo, una forma trivial, pero eficaz y económica para evitar la propagación de la diarrea, influenza, hepatitis, neumonía, Síndrome Urémico Hemolítico (SUH) e infecciones de la piel. Según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), lavarse las manos con jabón puede reducir la incidencia de infecciones respiratorias en un 23 por ciento, como la neumonía, que es la primera causa de muerte de niños menores de cinco años y que mata cada año a más de dos millones de infantes. En tanto, más de 5 mil niños y niñas menores de cinco años mueren diariamente en el mundo como resultado de las enfermedades diarreicas, debidas en parte al agua contaminada, a la carencia de instalaciones de saneamiento básico y a prácticas higiénicas deficientes.

Quiero puntualizar que ese Día Mundial de la Higiene, debe trastocar nuestros sentidos. Ya que el supremo punto neuronal para equilibrar esta fatídica consecuencia, es tener una idea común para concentrar la permanencia de la armonía en cada humano, nacido o por nacer. La educación y las formas de conducirnos, los modales y conductas. Nuestra idiosincrasia nos permite cuidarnos y proteger lo que más deseamos, queremos o amamos. Me refiero a una mentalidad inalienable e intrínseca en todo miembro de este planeta, tener un espíritu higiénico.

¿Por qué? Porque hemos actuado en contra de nuestra especie y todas, potencializando el arte de asesinar, la poda artificial de miles de millones, o deshumanizando las formas de convivir y postrando un camino de miseria, hambruna y guerras. El menosprecio y el desconocimiento, abanderan el ultraje que de civilización en civilización ha originado lo que hoy somos. Nosotros mismos nos hemos eximido de la belleza de la humanidad. Limpiar los tiempos que hemos vivido, el pasado que debemos enganchar con lo bueno y productivo, el futuro correcto y trascendente, y en este presente, valorar nuestras generaciones. Los procesos sostenibles y el desarrollo sustentable son un camino, ya que es un tratado o una tesis personal, y se activa para mejorar todo aspecto de la existencia ambiental, cultural, económica y social.