/ jueves 9 de mayo de 2019

El Redentor

Durante el reciente Foro Nacional de Alcaldes realizado en Acapulco y convocado por la Asociación de Autoridades Locales de México AC (AALMAC) para “combatir las causas multifactoriales de la violencia” (sic), a decir de Adela Román; quien además concluyó que invocar la participación ciudadana, sería la herramienta más poderosa para recuperar la paz y la tranquilidad.

Es muy común escuchar este tipo de declaraciones de parte de las autoridades y sus allegados políticos, parientes, compadres y amigos, quienes suelen señalar que la criminalidad está inmersa en todo el país, creyendo que “tapando el sol con un dedo”, minimizan la gravedad del problema.

Acapulco siendo un lugar pródigo y por naturaleza rico, ha sido agredido, vapuleado y depredado por las mismas autoridades (que a su paso) año tras año deberían haberlo protegido garantizando la paz, y con ello el progreso.

Específicamente en el caso de Acapulco las autoridades no pueden ni deben minimizar los trágicos sucesos, y manifestar esas ideas trasnochadas que bien saben, que no son y no serán nunca la panacea que limpiará el municipio de esos actos cada vez más violentos.

No me puedo explicar por qué los gobiernos (todos) no entienden que la violencia gira alrededor de la corrupción, y para que la balanza funcione y pese correctamente tiene que haber un equilibrio, que es obvio que no quieren encontrar.

De esta forma somos testigos de la violencia verbal y mental, pero sobre todo moral, que existe desde la “cúpula” del poder porteño entre la presidenta municipal Adela Román Ocampo y el ex alcalde Evodio Velázquez Aguirre, por los desfalcos financieros que supuestamente (¿?) dejó la pasada administración, y la falta de capacidad de Adelita para solucionarlos, quien ha llegado hasta las palabras rimbombantes para señalar estos casos como “bola de mañosos”, amén de encajarles las banderillas a los reporteros atizándolos para entrevistar al ex alcalde para que explique a los acapulqueños cómo hizo los fraudes y desvíos, que su inútil gobierno encontró. La respuesta de Evodio no se hizo esperar y señaló que él dejó al retirarse, finanzas sanas y sin ningún quebranto económico.

El caso es que aun cuando lo hagan de lado, los hechos de violencia cada día crecen más y se han vuelto más grotescos, ante la falta de acción y de protección; ante un diálogo o intermediación inexistentes; ante una total falta de voluntad política para suavizar y diluir la insurrección de los grupos inconformes, que no han encontrado otra forma de llamar la atención o de hacerse escuchar, que llevándose en su vertiginoso paso a la mayoría de los ciudadanos sin tener miramientos, ni escrúpulos, ante los disimulados y permisivos ojos de la autoridad, que mientras se entretienen en dimes y diretes.

Lamentablemente todo tipo de violencia, incluyendo la que representa el propio gobierno, va ganando terreno en nuestra sociedad; porque sabiendo que la raíz de la violencia está plantada en la injusticia social y en la corrupción ¿cómo pretende la alcaldesa que la ciudadanía sea parte de la solución de este problema, cuando es precisamente la sociedad la víctima?

Y mientras el pueblo vive temeroso y horrorizado, pero también vive como triste espectador, inerte y silencioso, surge la genial pregunta que le da vueltas en la cabeza a Adelita: ¿Quién quiere ser el redentor y no salir crucificado? ¡Vale la pena reflexionarlo!

Durante el reciente Foro Nacional de Alcaldes realizado en Acapulco y convocado por la Asociación de Autoridades Locales de México AC (AALMAC) para “combatir las causas multifactoriales de la violencia” (sic), a decir de Adela Román; quien además concluyó que invocar la participación ciudadana, sería la herramienta más poderosa para recuperar la paz y la tranquilidad.

Es muy común escuchar este tipo de declaraciones de parte de las autoridades y sus allegados políticos, parientes, compadres y amigos, quienes suelen señalar que la criminalidad está inmersa en todo el país, creyendo que “tapando el sol con un dedo”, minimizan la gravedad del problema.

Acapulco siendo un lugar pródigo y por naturaleza rico, ha sido agredido, vapuleado y depredado por las mismas autoridades (que a su paso) año tras año deberían haberlo protegido garantizando la paz, y con ello el progreso.

Específicamente en el caso de Acapulco las autoridades no pueden ni deben minimizar los trágicos sucesos, y manifestar esas ideas trasnochadas que bien saben, que no son y no serán nunca la panacea que limpiará el municipio de esos actos cada vez más violentos.

No me puedo explicar por qué los gobiernos (todos) no entienden que la violencia gira alrededor de la corrupción, y para que la balanza funcione y pese correctamente tiene que haber un equilibrio, que es obvio que no quieren encontrar.

De esta forma somos testigos de la violencia verbal y mental, pero sobre todo moral, que existe desde la “cúpula” del poder porteño entre la presidenta municipal Adela Román Ocampo y el ex alcalde Evodio Velázquez Aguirre, por los desfalcos financieros que supuestamente (¿?) dejó la pasada administración, y la falta de capacidad de Adelita para solucionarlos, quien ha llegado hasta las palabras rimbombantes para señalar estos casos como “bola de mañosos”, amén de encajarles las banderillas a los reporteros atizándolos para entrevistar al ex alcalde para que explique a los acapulqueños cómo hizo los fraudes y desvíos, que su inútil gobierno encontró. La respuesta de Evodio no se hizo esperar y señaló que él dejó al retirarse, finanzas sanas y sin ningún quebranto económico.

El caso es que aun cuando lo hagan de lado, los hechos de violencia cada día crecen más y se han vuelto más grotescos, ante la falta de acción y de protección; ante un diálogo o intermediación inexistentes; ante una total falta de voluntad política para suavizar y diluir la insurrección de los grupos inconformes, que no han encontrado otra forma de llamar la atención o de hacerse escuchar, que llevándose en su vertiginoso paso a la mayoría de los ciudadanos sin tener miramientos, ni escrúpulos, ante los disimulados y permisivos ojos de la autoridad, que mientras se entretienen en dimes y diretes.

Lamentablemente todo tipo de violencia, incluyendo la que representa el propio gobierno, va ganando terreno en nuestra sociedad; porque sabiendo que la raíz de la violencia está plantada en la injusticia social y en la corrupción ¿cómo pretende la alcaldesa que la ciudadanía sea parte de la solución de este problema, cuando es precisamente la sociedad la víctima?

Y mientras el pueblo vive temeroso y horrorizado, pero también vive como triste espectador, inerte y silencioso, surge la genial pregunta que le da vueltas en la cabeza a Adelita: ¿Quién quiere ser el redentor y no salir crucificado? ¡Vale la pena reflexionarlo!

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