/ martes 11 de mayo de 2021

Dos enfoques sobre la veneración a las madres

De connotaciones estamos hechas. Hace muchos años —y todavía— se entonaba el Himno a la Madre de Agustín Ramírez Altamirano. Un canto que siempre, en las escuelas, lo cantábamos con amor: “Bendita seas madre querida, tesoro inmenso de todo bien, tu que me diste con tu amor vida, bendita seas santa mujer”. Y no sólo en Guerrero, también en otros estados de la República. Que sublime, “santa mujer”. Así varias generaciones nos educaron que lo más grande en este mundo es la madre.

Resulta paradójico que al mismo tiempo el enfoque era —ya no tanto— que la madre es la santa; y la novia y la esposa no lo son; pero cuando se convierten en madres adquieren la santidad. Y vienen las comparaciones, “Ella me lleva en el alma y tú en la imaginación, tú me miras con los ojos y ella con el corazón, lo tuyo es capricho, pura vanidad, lo de ella es cariño, cariño verdad”. ¿A qué hora cambia la vanidad por el cariño verdad? El capricho se cambia a cariño verdadero cuando se convierte en mamá, aunque para el esposo sigue estando ella en segundo término.

Manuel acuña en su “nocturno a Rosario” que es la carta de despedida de ella, antes de suicidarse dice “Que hermoso hubiera sido, vivir bajo aquel techo, los dos unidos siempre y amándonos los dos, tú siempre enamorada, yo siempre satisfecho y en medio de nosotros mi madre como un dios. Aquí de nuevo la madre, antes que nada; pero la madre de él, porque la mamá de ella es la detestable suegra metiche, que también es madre y seguramente para sus hijos será una santa mujer… muy ambiguo.

Y de esas ambigüedades también estamos hechas, porque en el Brindis del Bohemio se hace alusión a las mujeres, pero cuando Arturo brinda por la mujer más no por “esa”, ya cambian las cosas “brindo por la mujer, pero por una, por la que me brindó sus embelesos, y me envolvió en sus besos, por la mujer que me meció en la cuna” ¡por mi madre bohemios!, que es dulzura vertida en la amargura y de mis negras noches, es mi estrella”.

Pero ahora vayamos al otro aspecto del día de las madres. Las miras de esta celebración, tan comercial como tantas otras celebraciones que “inventan” los gobiernos, la mayoría de las veces tienen un objetivo comercial y, en este caso, además de lo comercial, el Día de las Madres, según Marta Acevedo, quien publicó en 1982 un escrito acerca de los orígenes del Día de las madres, es una cuestión política, que nace como una estrategia para contrarrestar el movimiento feminista que se gestaba y demandaba el respeto a una serie de derechos de las mujeres.

De estereotipos estamos hechas. Había que fortalecer el estereotipo de la madre abnegada, amorosa, y trabajadora para salvarla de las ideas que venían avanzando para desmitificar su rol. El Congreso feminista en Yucatán de 1916 fue el aviso de peligro para el estatus quo. Los inicios del siglo XX llegaron con ideas renovadoras, progresistas, liberadoras, humanistas, con la propuesta del respeto a los derechos humanos de las mujeres en el plano social y político, sobre la mesa: el derecho al voto, a su sexualidad, a la planificación familiar, a su decisión de ser o no madres, y con ello el tema que se empezaba a escuchar sobre “el control de la natalidad”.

Dio inicio, en 1922, una campaña donde el gobierno de México, la Secretaría de Educación Pública, con Vasconcelos al frente, apoyado por el periódico Excélsior, los Caballeros de Colón, y organizaciones de la derecha proponen “El día de la Madre”.

Marta Lamas afirma: De este modo, resulta trascendental resignificar el Día de las Madres a través de discursos que permitan visibilizar a la maternidad como un complemento independiente a la realización personal, es decir, el derecho de toda mujer a disfrutar de una maternidad libre, elegida y consciente.

No es fácil desmitificar la fecha, ni el rol de madre, ni tampoco regresar el tiempo; sin embargo, nadie debe sugerir lo que debe ser una madre. Antes, es una mujer que no por no desear ser madre deja de serlo, ni sujeta a estigmatizarla, que puede tener o no virtudes, que puede ser trabajadora o no. Buena o mala, santa o no; Una mujer sin estereotipos, que viva su papel como ella desee. A muchas mujeres sí nos gusta que nos feliciten, el Día de las Madres, porque no podemos dejar de emocionarnos cuando nuestros hijos nos dicen “Felicidades mamá”.

De connotaciones estamos hechas. Hace muchos años —y todavía— se entonaba el Himno a la Madre de Agustín Ramírez Altamirano. Un canto que siempre, en las escuelas, lo cantábamos con amor: “Bendita seas madre querida, tesoro inmenso de todo bien, tu que me diste con tu amor vida, bendita seas santa mujer”. Y no sólo en Guerrero, también en otros estados de la República. Que sublime, “santa mujer”. Así varias generaciones nos educaron que lo más grande en este mundo es la madre.

Resulta paradójico que al mismo tiempo el enfoque era —ya no tanto— que la madre es la santa; y la novia y la esposa no lo son; pero cuando se convierten en madres adquieren la santidad. Y vienen las comparaciones, “Ella me lleva en el alma y tú en la imaginación, tú me miras con los ojos y ella con el corazón, lo tuyo es capricho, pura vanidad, lo de ella es cariño, cariño verdad”. ¿A qué hora cambia la vanidad por el cariño verdad? El capricho se cambia a cariño verdadero cuando se convierte en mamá, aunque para el esposo sigue estando ella en segundo término.

Manuel acuña en su “nocturno a Rosario” que es la carta de despedida de ella, antes de suicidarse dice “Que hermoso hubiera sido, vivir bajo aquel techo, los dos unidos siempre y amándonos los dos, tú siempre enamorada, yo siempre satisfecho y en medio de nosotros mi madre como un dios. Aquí de nuevo la madre, antes que nada; pero la madre de él, porque la mamá de ella es la detestable suegra metiche, que también es madre y seguramente para sus hijos será una santa mujer… muy ambiguo.

Y de esas ambigüedades también estamos hechas, porque en el Brindis del Bohemio se hace alusión a las mujeres, pero cuando Arturo brinda por la mujer más no por “esa”, ya cambian las cosas “brindo por la mujer, pero por una, por la que me brindó sus embelesos, y me envolvió en sus besos, por la mujer que me meció en la cuna” ¡por mi madre bohemios!, que es dulzura vertida en la amargura y de mis negras noches, es mi estrella”.

Pero ahora vayamos al otro aspecto del día de las madres. Las miras de esta celebración, tan comercial como tantas otras celebraciones que “inventan” los gobiernos, la mayoría de las veces tienen un objetivo comercial y, en este caso, además de lo comercial, el Día de las Madres, según Marta Acevedo, quien publicó en 1982 un escrito acerca de los orígenes del Día de las madres, es una cuestión política, que nace como una estrategia para contrarrestar el movimiento feminista que se gestaba y demandaba el respeto a una serie de derechos de las mujeres.

De estereotipos estamos hechas. Había que fortalecer el estereotipo de la madre abnegada, amorosa, y trabajadora para salvarla de las ideas que venían avanzando para desmitificar su rol. El Congreso feminista en Yucatán de 1916 fue el aviso de peligro para el estatus quo. Los inicios del siglo XX llegaron con ideas renovadoras, progresistas, liberadoras, humanistas, con la propuesta del respeto a los derechos humanos de las mujeres en el plano social y político, sobre la mesa: el derecho al voto, a su sexualidad, a la planificación familiar, a su decisión de ser o no madres, y con ello el tema que se empezaba a escuchar sobre “el control de la natalidad”.

Dio inicio, en 1922, una campaña donde el gobierno de México, la Secretaría de Educación Pública, con Vasconcelos al frente, apoyado por el periódico Excélsior, los Caballeros de Colón, y organizaciones de la derecha proponen “El día de la Madre”.

Marta Lamas afirma: De este modo, resulta trascendental resignificar el Día de las Madres a través de discursos que permitan visibilizar a la maternidad como un complemento independiente a la realización personal, es decir, el derecho de toda mujer a disfrutar de una maternidad libre, elegida y consciente.

No es fácil desmitificar la fecha, ni el rol de madre, ni tampoco regresar el tiempo; sin embargo, nadie debe sugerir lo que debe ser una madre. Antes, es una mujer que no por no desear ser madre deja de serlo, ni sujeta a estigmatizarla, que puede tener o no virtudes, que puede ser trabajadora o no. Buena o mala, santa o no; Una mujer sin estereotipos, que viva su papel como ella desee. A muchas mujeres sí nos gusta que nos feliciten, el Día de las Madres, porque no podemos dejar de emocionarnos cuando nuestros hijos nos dicen “Felicidades mamá”.

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