/ viernes 4 de septiembre de 2020

Disociación entre el discurso y la realidad

Desde que tengo memoria los mensajes en los informes presidenciales -que en el mejor de los casos son exégesis; pero en su mayoría son discursos políticos- siempre han sido ditirámbicos y llenos de autoelogios (fundamentados o no), pero nunca he escuchado un ejercicio de autocrítica. No ha sido la excepción el discurso del señor que ahora encarna al presidente de la república. Según el Taller de Comunicación Política “SPIN”, en los 45 minutos que duró su mensaje, Andrés López hizo 101 afirmaciones no verdaderas (23 promesas, nueve falsas, 69 no comprobables). Y, efectivamente, mucho de lo que dijo no es comprobable, y menos cuando se leen los anexos estadísticos; como por ejemplo: “se redujo la violencia en 30 por ciento”. ¿De dónde sacó el dato, qué institución se lo proporcionó? Porque, de conformidad con datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública, la violencia sigue en aumento. La economía decreció 18.7 por ciento. Un estudio presentado por “The Economist” afirma que será hasta el segundo trimestre de 2025 que estaremos en posibilidad de estar en los niveles de crecimiento económico que teníamos en diciembre de 2018. En otras palabras: este es un sexenio perdido. Más que eso, esta administración nos ha hecho retroceder en el tiempo, porque llevará una década reponernos del grave daño patrimonial que esta administración le ha hecho (cancelación del NAIM, la inversión de Iberdrola, construcción de una refinería, de un tren, de un aeropuerto) y seguirá haciendo a la nación. Por ejemplo, en 2019 el producto interno bruto (PIB) por habitante era de 130 mil 733 pesos al año; 11,9 por ciento menor a 2018. Si creciéramos, a partir del próximo año, a razón del 2.2 por ciento (como se crecía hasta 2018), habría un PIB por habitante de 137 mil 735 pesos anuales; es decir, 7.2 por ciento por abajo del correlativo en 2018.

Yo no sé en qué vamos “requeté bien”. Los ingresos del sector público están en 47 por ciento por debajo de 2019, y éstos estuvieron por debajo de los de 2018. La deuda interna ha crecido 300 mil millones de pesos. La deuda externa está en 8 mil millones de dólares (175 mil millones de pesos). El propio secretario de hacienda ha dicho que México va a sufrir la peor crisis desde 1932. PEMEX ha tenido la más baja producción de petróleo en 41 años. Y encima tiene una deuda que supera todos sus activos y su producción en diez años. Hay subejercicio en la compra de medicamentos y vacunas, por lo que hay desabasto de estos en todos los hospitales. Han desaparecido miles de micro, pequeñas, medianas empresas, lanzando al desempleo a más de un millón de trabajadores (en la economía formal) y a más de 15 millones (en la informal). Y para acabarla, no hay un atisbo de que haya reflexión al respecto, para ratificar el acierto o rectificar el error. Winston Churchill decía que quien no es capaz de cambiar de opinión no es capaz de cambiar nada.

Desde que tengo memoria los mensajes en los informes presidenciales -que en el mejor de los casos son exégesis; pero en su mayoría son discursos políticos- siempre han sido ditirámbicos y llenos de autoelogios (fundamentados o no), pero nunca he escuchado un ejercicio de autocrítica. No ha sido la excepción el discurso del señor que ahora encarna al presidente de la república. Según el Taller de Comunicación Política “SPIN”, en los 45 minutos que duró su mensaje, Andrés López hizo 101 afirmaciones no verdaderas (23 promesas, nueve falsas, 69 no comprobables). Y, efectivamente, mucho de lo que dijo no es comprobable, y menos cuando se leen los anexos estadísticos; como por ejemplo: “se redujo la violencia en 30 por ciento”. ¿De dónde sacó el dato, qué institución se lo proporcionó? Porque, de conformidad con datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública, la violencia sigue en aumento. La economía decreció 18.7 por ciento. Un estudio presentado por “The Economist” afirma que será hasta el segundo trimestre de 2025 que estaremos en posibilidad de estar en los niveles de crecimiento económico que teníamos en diciembre de 2018. En otras palabras: este es un sexenio perdido. Más que eso, esta administración nos ha hecho retroceder en el tiempo, porque llevará una década reponernos del grave daño patrimonial que esta administración le ha hecho (cancelación del NAIM, la inversión de Iberdrola, construcción de una refinería, de un tren, de un aeropuerto) y seguirá haciendo a la nación. Por ejemplo, en 2019 el producto interno bruto (PIB) por habitante era de 130 mil 733 pesos al año; 11,9 por ciento menor a 2018. Si creciéramos, a partir del próximo año, a razón del 2.2 por ciento (como se crecía hasta 2018), habría un PIB por habitante de 137 mil 735 pesos anuales; es decir, 7.2 por ciento por abajo del correlativo en 2018.

Yo no sé en qué vamos “requeté bien”. Los ingresos del sector público están en 47 por ciento por debajo de 2019, y éstos estuvieron por debajo de los de 2018. La deuda interna ha crecido 300 mil millones de pesos. La deuda externa está en 8 mil millones de dólares (175 mil millones de pesos). El propio secretario de hacienda ha dicho que México va a sufrir la peor crisis desde 1932. PEMEX ha tenido la más baja producción de petróleo en 41 años. Y encima tiene una deuda que supera todos sus activos y su producción en diez años. Hay subejercicio en la compra de medicamentos y vacunas, por lo que hay desabasto de estos en todos los hospitales. Han desaparecido miles de micro, pequeñas, medianas empresas, lanzando al desempleo a más de un millón de trabajadores (en la economía formal) y a más de 15 millones (en la informal). Y para acabarla, no hay un atisbo de que haya reflexión al respecto, para ratificar el acierto o rectificar el error. Winston Churchill decía que quien no es capaz de cambiar de opinión no es capaz de cambiar nada.