Es innegable que la crisis humanitaria que vive México es una herida latente, real y abierta que desangra día con día a nuestra población. Las noticias cotidianamente nos recuerdan la brutalidad de esta realidad: desapariciones forzadas, ejecuciones, secuestros, extorsiones, pobreza y desigualdad. Las víctimas y sus familias, en su mayoría personas vulnerables y de bajos recursos, quedan atrapadas en un ciclo de violencia y miedo del cual es difícil escapar.
Al respecto, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) 2023, el 60.5% de la población encuestada, reportó que la inseguridad es el principal problema que les aqueja, siendo los delitos más frecuentes el fraude; robo o asalto en calle o transporte público; y la extorsión.
A ello se suma la lamentable crisis de violencia de género que se presenta en el país, pues según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública siete mujeres son asesinadas diariamente en el país, sumando de enero a agosto un total de mil 740 mujeres víctimas de homicidio doloso. De igual forma, con corte al 31 de agosto del presente año se han manifestado más de 85 mil mujeres víctimas de diferentes delitos.
Sumamente preocupante también es que en lo que va de 2023 se han registrado 46 asesinatos de menores de 17 años; sumando en los últimos cinco años un total de 334 feminicidios en el país contra niñas y adolescentes. Lo cual es inconcebible que no sea un tema de atención prioritaria para el gobierno.
La pobreza es otro aspecto crucial de esta crisis. A pesar de los recursos naturales y humanos con los que contamos, una gran parte de nuestra población vive en condiciones precarias. La falta de acceso a oportunidades educativas, empleo digno y atención médica adecuada perpetúa un ciclo de pobreza intergeneracional que es difícil de romper.
Al respecto, destaca que 4 de cada 10 mexicanos no tienen acceso a la salud; 25 millones tiene carencias en la educación; 15 millones reciben ingresos por debajo de la línea de pobreza extrema y 56 millones por debajo de la línea básica de pobreza; datos que si los comparamos con los de sexenios antecesores permite visualizar un exponencial aumento en lo que va del actual sexenio.
Lo anterior, no solo pone en duda la verdadera eficiencia de los programas sociales que se han puesto en marcha sino que también la irresponsabilidad gubernamental se ha convertido en una agravante de la crisis que no combate los problemas de raíz.
Sin duda alguna, la crisis humanitaria en México no es un problema abstracto; es una realidad que afecta a millones de personas en su vida diaria. No podemos ser indiferentes a este grito de auxilio. Es momento de unirnos como sociedad, exigir cambios reales y trabajar juntos para construir un futuro donde la violencia, el feminicidio, la pobreza y la desigualdad sean solo tristes capítulos de nuestro pasado. El tiempo de actuar es ahora.