/ lunes 26 de julio de 2021

"Covid ¿Deconstrucción social?"

En Guerrero a partir de este lunes entramos a una modalidad restringida con el semáforo epidemiológico naranja marcada por más de 48 mil casos oficiales de coronavirus y con un llamado urgente a mantener los protocolos de sanidad a poco más de un año que se implementaron, nos muestra que no hemos aprendido la lección.

El llamado con un “llueve, truene o relampague habrá clases presenciales” para abrir las escuelas a finales de agosto de 2021, es por demás inquietante.

Qué sabe el Presidente de México que no nos comparten? Pero que no deja mucho a la imaginación cuando se considera que aquello de contagio de rebaño es inevitable? Quien quiere dar el primer paso para no enojar al Presidente resistiendo el inicio a clases?

No funcionar una prospectiva lógica, pero apoyados en los números de contagios, el número de vacacionistas, el número de personas en las calles y parques, el número de personas fura de casa sin asuntos urgentes de trabajo o de salud, parecen ser el respaldo más firme del gobierno federal para considerar que si se puede vacacionar, se puede acudir a las aulas.

Pero los datos más recientes de los grupos de edad de las personas afectadas preocupan.

En Guerrero hay contagios de menores de 10 años, adolescentes, jóvenes en las cifras de julio del año en curso, que ha referido el sector salud estatal. Significaría que se han convertido en un grupo vulnerable.

Y a pesar de que se considere son afectados por que aún no están vacunados, el número de adultos mayores no ha bajado.

Durante el primer confinamiento a que fuimos sometidos y previo a las vacaciones de Semana Santa de 2020, la consideración casi generalizada fue creer que entrabamos a un proceso de fortalecimiento de la consciencia. Y soñamos con la fraternidad, con la paz, con un cambio social a favor de la propia sociedad y sus integrantes. Los datos empezaron a revelarnos el número de violencia al interior del hogar en este periodo, la inquietante desesperanza que se sembraba en la falta de socializar, en la duda sobre la economía por la pérdida de empleos.

Y cuando alcanzamos el anhelado semáforo verde y salimos, creímos alcanzar una deconstrucción de lo que éramos, hasta que la realidad nos mostró que no estaba ni acabada y quizá ni iniciada totalmente cuando nuestra actitud individual nos hace retroceder de forma colectiva.

Aquí estamos, desprovistos de futuro. A merced de la vulnerabilidad de decisiones sin consensos, en una antesala de dolor.


En Guerrero a partir de este lunes entramos a una modalidad restringida con el semáforo epidemiológico naranja marcada por más de 48 mil casos oficiales de coronavirus y con un llamado urgente a mantener los protocolos de sanidad a poco más de un año que se implementaron, nos muestra que no hemos aprendido la lección.

El llamado con un “llueve, truene o relampague habrá clases presenciales” para abrir las escuelas a finales de agosto de 2021, es por demás inquietante.

Qué sabe el Presidente de México que no nos comparten? Pero que no deja mucho a la imaginación cuando se considera que aquello de contagio de rebaño es inevitable? Quien quiere dar el primer paso para no enojar al Presidente resistiendo el inicio a clases?

No funcionar una prospectiva lógica, pero apoyados en los números de contagios, el número de vacacionistas, el número de personas en las calles y parques, el número de personas fura de casa sin asuntos urgentes de trabajo o de salud, parecen ser el respaldo más firme del gobierno federal para considerar que si se puede vacacionar, se puede acudir a las aulas.

Pero los datos más recientes de los grupos de edad de las personas afectadas preocupan.

En Guerrero hay contagios de menores de 10 años, adolescentes, jóvenes en las cifras de julio del año en curso, que ha referido el sector salud estatal. Significaría que se han convertido en un grupo vulnerable.

Y a pesar de que se considere son afectados por que aún no están vacunados, el número de adultos mayores no ha bajado.

Durante el primer confinamiento a que fuimos sometidos y previo a las vacaciones de Semana Santa de 2020, la consideración casi generalizada fue creer que entrabamos a un proceso de fortalecimiento de la consciencia. Y soñamos con la fraternidad, con la paz, con un cambio social a favor de la propia sociedad y sus integrantes. Los datos empezaron a revelarnos el número de violencia al interior del hogar en este periodo, la inquietante desesperanza que se sembraba en la falta de socializar, en la duda sobre la economía por la pérdida de empleos.

Y cuando alcanzamos el anhelado semáforo verde y salimos, creímos alcanzar una deconstrucción de lo que éramos, hasta que la realidad nos mostró que no estaba ni acabada y quizá ni iniciada totalmente cuando nuestra actitud individual nos hace retroceder de forma colectiva.

Aquí estamos, desprovistos de futuro. A merced de la vulnerabilidad de decisiones sin consensos, en una antesala de dolor.