/ domingo 21 de marzo de 2021

"Colosio y el México de 2021"

“Yo veo un México convencido de que ésta es la hora de las respuestas; un México que exige soluciones. Los problemas que enfrentamos los podemos superar”. Quizá es una de las frases que menos citamos de un hombre que se elevó a proporciones de líder a partir del 6 de marzo de 1994 cuando, desde el Monumento a la Revolución en la Ciudad de México, como parte de su campaña en busca de la Presidencia de México, y en el contexto del aniversario de su partido, el PRI, rompía el esquema del discurso que había acostumbrado la historia política y que le permitía plantear una idea de la ruta por la cual quería encauzar el gobierno con el voto popular en su respaldo.

Luis Donaldo Colosio Murrieta, nos permite observar con esta cita, que el México que vivíamos había llegado hasta un ciclo agotado. Que debía renovar la ruta político social del final de siglo. Un discurso que reflejaba el conocimiento de la realidad que esa década demandaba y que el levantamiento armado en Chiapas mostraba como una posibilidad ciudadana que ponía en riesgo la estabilidad del país.

Si el México que él miraba en esa realidad “con hambre y sed de justicia” no se atendía. Si el México “de gente agraviada”. Del agravio que él observaba en “las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla”, no eran a su vez asumidas como el reto para el nuevo desarrollo que demandaba la sociedad, ni el hambre saciada con despensas, ni la sed con la injusticia cotidiana se atendían, el agravio podría incrementar el desaliento social.

El país de los avances se había agotado, frente a ellos el olvido se hacía presente por los notorios excesos del poder y la ciudadanía que no encontraba ya en ese esquema vigencia, buscaba un gobierno de alternativa para una vida con progreso y paz social.

El año 1994 fue un año revelador. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional mostró la determinación de un pueblo por una ruta armada, y cerró dando la razón a Colosio con un “error económico” que golpeó los bolsillos mexicanos.

Pero ya no lo pudo ver. El disparo fue no sólo artero y cobarde. El disparo fue percibido como mensaje para silenciar sus ideas bajo la consideración de que si él no estaba, no existía el problema.

Y esa década llevó a cerrar un ciclo continuo al PRI, a convertirse en oposición sin que hasta el momento tenga la ruta clara de cómo hacerlo porque su formación no consideró ni en su pesadilla más oscura ese riesgo.

Y la respuesta del “cómo” hacerlo está en el mismo cuerpo del discurso de Colosio. Cuando con una gran filosofía en sus palabras dice ver a “ciudadanos que aún no tienen fincada en el futuro la derrota”. Y sentencia, como prospectiva para entender la ruta de la nueva década que abrimos este 2021, y que aún está vigente en ese discurso para aplicarla “son ciudadanos que tienen esperanza y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el progreso”. Ahora la pregunta es hacia quienes quieren gobernar este país, ¿qué tan comprometidos y comprometidas están para asumirlo? ¿Surrealismo?

“Yo veo un México convencido de que ésta es la hora de las respuestas; un México que exige soluciones. Los problemas que enfrentamos los podemos superar”. Quizá es una de las frases que menos citamos de un hombre que se elevó a proporciones de líder a partir del 6 de marzo de 1994 cuando, desde el Monumento a la Revolución en la Ciudad de México, como parte de su campaña en busca de la Presidencia de México, y en el contexto del aniversario de su partido, el PRI, rompía el esquema del discurso que había acostumbrado la historia política y que le permitía plantear una idea de la ruta por la cual quería encauzar el gobierno con el voto popular en su respaldo.

Luis Donaldo Colosio Murrieta, nos permite observar con esta cita, que el México que vivíamos había llegado hasta un ciclo agotado. Que debía renovar la ruta político social del final de siglo. Un discurso que reflejaba el conocimiento de la realidad que esa década demandaba y que el levantamiento armado en Chiapas mostraba como una posibilidad ciudadana que ponía en riesgo la estabilidad del país.

Si el México que él miraba en esa realidad “con hambre y sed de justicia” no se atendía. Si el México “de gente agraviada”. Del agravio que él observaba en “las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla”, no eran a su vez asumidas como el reto para el nuevo desarrollo que demandaba la sociedad, ni el hambre saciada con despensas, ni la sed con la injusticia cotidiana se atendían, el agravio podría incrementar el desaliento social.

El país de los avances se había agotado, frente a ellos el olvido se hacía presente por los notorios excesos del poder y la ciudadanía que no encontraba ya en ese esquema vigencia, buscaba un gobierno de alternativa para una vida con progreso y paz social.

El año 1994 fue un año revelador. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional mostró la determinación de un pueblo por una ruta armada, y cerró dando la razón a Colosio con un “error económico” que golpeó los bolsillos mexicanos.

Pero ya no lo pudo ver. El disparo fue no sólo artero y cobarde. El disparo fue percibido como mensaje para silenciar sus ideas bajo la consideración de que si él no estaba, no existía el problema.

Y esa década llevó a cerrar un ciclo continuo al PRI, a convertirse en oposición sin que hasta el momento tenga la ruta clara de cómo hacerlo porque su formación no consideró ni en su pesadilla más oscura ese riesgo.

Y la respuesta del “cómo” hacerlo está en el mismo cuerpo del discurso de Colosio. Cuando con una gran filosofía en sus palabras dice ver a “ciudadanos que aún no tienen fincada en el futuro la derrota”. Y sentencia, como prospectiva para entender la ruta de la nueva década que abrimos este 2021, y que aún está vigente en ese discurso para aplicarla “son ciudadanos que tienen esperanza y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el progreso”. Ahora la pregunta es hacia quienes quieren gobernar este país, ¿qué tan comprometidos y comprometidas están para asumirlo? ¿Surrealismo?