/ sábado 9 de octubre de 2021

Cantaluna ya no duerme

El efecto más devastador del terremoto del 7 de septiembre pasado en Acapulco se produjo en el naciente desarrollo habitacional Pedregal de Cantaluna. La tranquilidad de sus residentes quedó sepultada entre escombros de incertidumbre cuando el sismo de 7.1 grados se encargó de traslucir los defectos estructurales de las viviendas que adquirieron. Durante ese eterno minuto con veintitantos segundos en que rugió la tierra, el movimiento telúrico paredes resquebrajó gradualmente las endebles de tabique de adobe industrializado, hasta quebrarlas, y desprendió escaleras de acero exteriores mal soldadas.

Un dictamen de la Secretaría de Protección Civil de Guerrero, concluido el 29 de septiembre, confirmó lo que era fácil de advertir sin un diagnóstico técnico: las más de 700 viviendas de interés social construidas por la inmobiliaria Casas Paquimé son inhabitables y el estado de su estructura pone en riesgo la integridad de sus ocupantes.

Inspectores de esa dependencia, en colaboración con ingenieros civiles y arquitectos, determinaron que los 177 edificios de tres y cuatro niveles del conjunto habitacional se construyeron sin cumplir normas de obra civil conforme al tipo de terreno de Acapulco que se ubican en una zona sísmica con nivel de peligro severo.

Las viviendas "bioclimáticas", algunas con albercas y áreas verdes e infantiles, están ubicadas en el poblado El Pedregoso, en los límites entre Acapulco y la Costa Grande, regiones que concentran el 49.51 por ciento de la actividad sísmica registrada en lo que va de este año, es decir, mil 919 movimientos de los más de 3 mil 800 con epicentro en Guerrero.

Un sismo de magnitud similar o mayor al del 7 de septiembre -o menor, incluso- comprometería la seguridad estructural de las casas, según advierte Protección Civil, debido a vicios ocultos graves y malos procesos de construcción en que incurrió Casas Paquimé. La alerta aplica lo mismo para viviendas con daños físicos graves que las afectaciones leves, debido a que todo el conjunto habitacional comparte las mismas características de obra.

En algunos muros se detectó ausencia de varillas, pero donde sí se colocaron su separación rebasa la medida mínima establecida por norma técnica para garantizar resistencia. Otro de los errores detectados que la empresa cometió incomprensiblemente fue la colocación de 4 mil 400 toneladas de peso concentrado sobre las viviendas mediante cuatro tinacos con capacidad, cada uno, de mil 100 litros de agua. Para los expertos a cargo del dictamen, ese factor incidió fuertemente en los daños estructurales.

El agrietamiento de los edificios con el sismo, sin embargo, se atribuye a otra irregularidad más: el uso de muros de mampostería en la parte trasera de departamentos de plantas altas para anclar plataformas de acero que soportan sus propuestas de patios de servicio. Y en sus muros delanteros, en tanto, se empotraron las escaleras metálicas de acceso a los mismos a manera de sostén.

El desastre en Pedregal de Cantaluna es sintomático de los desarrollos de interés social de dudosa calidad que pululan desmedidamente en la zona Diamante de Acapulco, al amparo de autoridades de Obras Públicas condescendientes que otorgan licencias sin ningún rigor, y de otras unidades habitacionales (Vicente Guerrero 200, Infonavit Coloso y Alta Progreso ...) de mayor antigüedad donde se obvió normatividad básica reflejada en su deterioro con riesgo de colapso.

En el caso de Cantaluna, Protección Civil recomienda rehabilitación o reforzamiento de esas viviendas, pero la magnitud de los daños graves reduce las alternativas a la reconstrucción o, como lo han anticipado en lo individual o colectivo algunos propietarios, una demanda penal contra la inmobiliaria para recuperar su inversión.

El patrimonio que Casas Paquimé vendió a decenas de familias en más de 550 mil pesos, la inmensa mayoría a través de créditos a liquidar en plazos de 20 a 30 años con INFONAVIT o FOVISSSTE, hoy son ruinas y anti prototipo de la construcción para futuros inmobiliarios que deben ceñirse, en mayor medida, a las leyes de la naturaleza.

El efecto más devastador del terremoto del 7 de septiembre pasado en Acapulco se produjo en el naciente desarrollo habitacional Pedregal de Cantaluna. La tranquilidad de sus residentes quedó sepultada entre escombros de incertidumbre cuando el sismo de 7.1 grados se encargó de traslucir los defectos estructurales de las viviendas que adquirieron. Durante ese eterno minuto con veintitantos segundos en que rugió la tierra, el movimiento telúrico paredes resquebrajó gradualmente las endebles de tabique de adobe industrializado, hasta quebrarlas, y desprendió escaleras de acero exteriores mal soldadas.

Un dictamen de la Secretaría de Protección Civil de Guerrero, concluido el 29 de septiembre, confirmó lo que era fácil de advertir sin un diagnóstico técnico: las más de 700 viviendas de interés social construidas por la inmobiliaria Casas Paquimé son inhabitables y el estado de su estructura pone en riesgo la integridad de sus ocupantes.

Inspectores de esa dependencia, en colaboración con ingenieros civiles y arquitectos, determinaron que los 177 edificios de tres y cuatro niveles del conjunto habitacional se construyeron sin cumplir normas de obra civil conforme al tipo de terreno de Acapulco que se ubican en una zona sísmica con nivel de peligro severo.

Las viviendas "bioclimáticas", algunas con albercas y áreas verdes e infantiles, están ubicadas en el poblado El Pedregoso, en los límites entre Acapulco y la Costa Grande, regiones que concentran el 49.51 por ciento de la actividad sísmica registrada en lo que va de este año, es decir, mil 919 movimientos de los más de 3 mil 800 con epicentro en Guerrero.

Un sismo de magnitud similar o mayor al del 7 de septiembre -o menor, incluso- comprometería la seguridad estructural de las casas, según advierte Protección Civil, debido a vicios ocultos graves y malos procesos de construcción en que incurrió Casas Paquimé. La alerta aplica lo mismo para viviendas con daños físicos graves que las afectaciones leves, debido a que todo el conjunto habitacional comparte las mismas características de obra.

En algunos muros se detectó ausencia de varillas, pero donde sí se colocaron su separación rebasa la medida mínima establecida por norma técnica para garantizar resistencia. Otro de los errores detectados que la empresa cometió incomprensiblemente fue la colocación de 4 mil 400 toneladas de peso concentrado sobre las viviendas mediante cuatro tinacos con capacidad, cada uno, de mil 100 litros de agua. Para los expertos a cargo del dictamen, ese factor incidió fuertemente en los daños estructurales.

El agrietamiento de los edificios con el sismo, sin embargo, se atribuye a otra irregularidad más: el uso de muros de mampostería en la parte trasera de departamentos de plantas altas para anclar plataformas de acero que soportan sus propuestas de patios de servicio. Y en sus muros delanteros, en tanto, se empotraron las escaleras metálicas de acceso a los mismos a manera de sostén.

El desastre en Pedregal de Cantaluna es sintomático de los desarrollos de interés social de dudosa calidad que pululan desmedidamente en la zona Diamante de Acapulco, al amparo de autoridades de Obras Públicas condescendientes que otorgan licencias sin ningún rigor, y de otras unidades habitacionales (Vicente Guerrero 200, Infonavit Coloso y Alta Progreso ...) de mayor antigüedad donde se obvió normatividad básica reflejada en su deterioro con riesgo de colapso.

En el caso de Cantaluna, Protección Civil recomienda rehabilitación o reforzamiento de esas viviendas, pero la magnitud de los daños graves reduce las alternativas a la reconstrucción o, como lo han anticipado en lo individual o colectivo algunos propietarios, una demanda penal contra la inmobiliaria para recuperar su inversión.

El patrimonio que Casas Paquimé vendió a decenas de familias en más de 550 mil pesos, la inmensa mayoría a través de créditos a liquidar en plazos de 20 a 30 años con INFONAVIT o FOVISSSTE, hoy son ruinas y anti prototipo de la construcción para futuros inmobiliarios que deben ceñirse, en mayor medida, a las leyes de la naturaleza.

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