/ viernes 23 de febrero de 2018

¿Cambio de gobierno, cambio de actitud?

“Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. Cardenal de Retz.

¿Quién puede vivir tranquilo hoy en día? ¿Quién no vive inmerso en un torbellino de inquietudes y preocupaciones por lo que nos depara el destino?

Es imposible que en estos álgidos tiempos de campañas y elecciones que se avecinan, los ciudadanos comprometidos e interesados en el quehacer político de nuestro país y en nuestro bien común, no estemos pendientes de todos los movimientos que partidos e instituciones competentes en este rubro, están realizando en torno a las selecciones de los aspirantes y suspirantes y a las elecciones de los mismos; que se antojan muy complicadas.

Sin embargo, una gran parte de los ciudadanos que no tenemos compromisos con el poder, ni con las encuestas y que no respiramos para y por los votos, sí nos percatamos con aflicción que los prospectos que utilizan en mayor grado las estrategias de las campañas negativas y golpeadoras contra sus antagónicos, son los que se encuentran más preocupados por ganarse con argucias las preferencias electorales, que no el bien común, y son quienes buscan y compran el voto duro (corporativo), porque saben muy bien que se beneficiarán con cargos públicos, canonjías y prebendas de dicha participación electoral tan manoseada.

Pero podemos preguntarnos ¿Es posible que en el próximo cambio de poder político si llega con nuestro candidato o candidatos preferidos, haya un cambio en nuestras actitudes? ¿O solamente nos sintamos bien, siendo feroces partícipes a favor o en contra según nuestras preferencias, del caos que constituye este tiempo cruel y vertiginoso que obviamente no nos lleva a ninguna parte, pero que nos conduce irremediablemente a un sin rumbo, sin sentido, que nos indique que sí existe un futuro y un futuro bueno para todos los mexicanos –sin excepción–?

¿Se puede verdaderamente, honestamente, hablar de un cambio de actitudes en esta confusión? Tal parece al ver el panorama electoral, que no hay motivos para suponer que habrá tiempos distintos a este eterno presente que parece envolvernos y llenarnos de un vacío irracional, que es sin duda una parálisis desgastante, una indiferencia que va matando en vida a todo el que se contagia.

Hoy que se aproximan las elecciones para todo lo habido y por haber, quizá la mayoría tenemos en nuestro corazón al “mero, mero, pero aún no encontramos entre los (todavía) aspirantes a todos esos puestos que son públicos y son para servir; la medida exacta de lo que necesitamos para ser bien gobernados.

Tenemos que ser muy cuidadosos para hacer nuestro juicio político, es decir, escoger tanto a la persona como al equipo adecuado, que además de que nos caiga bien o nos vaya a dar un “hueso”, sean políticos que tengan la posibilidad de dejar huella en la historia de nuestro país. Un político con un equipo que no sea “elitista”, que no contradiga el espíritu democrático que hoy todavía en nuestro México es incipiente; necesitamos un líder que no tenga delirio de grandeza, pero que sea sobresaliente; un líder sencillo, pero que no pierda ese brillo que tendrá forzosamente que transformarse con el tiempo en magnetismo.

Ya es tiempo que no permitamos permear lo que llegue y como llegue; que no permitamos el sinsentido que ya a una gran mayoría envuelve, pasando por alto la impunidad, la corrupción, la injusticia, la tortura y la violación sistemática de los derechos humanos.

Tenemos que dejar muy claro que existimos, más allá de las campañas y las urnas; debemos obligatoriamente rebelarnos ante la destrucción paulatina de nuestra Madre Naturaleza y de nuestro entorno cultural (vapuleado políticamente); rebelarnos ante el poderío del tener sin importar los medios para obtenerlo (conflicto de intereses); rebelarnos ante la pasividad y la pérdida de asombro ante tanta violencia y tanta impunidad; discrepar ante la imposición del poder y ante la falta de un verdadero Estado de derecho. Inconformarnos para saber y entender quiénes somos, qué hacemos y qué podemos hacer en esta grave crisis de credibilidad en el gobierno.

México merece que meditemos bien nuestro sufragio, que pensemos en su destino que es nuestro propio destino. Busquemos la mejor opción de vida para nosotros, para nuestros hijos, para nuestros nietos, que son los hijos y los nietos del futuro de México; busquemos el rumbo de esta historia que hoy anda sin rumbo, busquemos por favor el sentido de lo que hacemos, de lo que decimos, de lo que decidimos; aprendamos a rechazar este individualismo, que nos lleva al conformismo y sigamos, sigamos caminando, aun cuando sintamos que nos hemos detenido. ¡Vale la pena reflexionarlo!

“Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. Cardenal de Retz.

¿Quién puede vivir tranquilo hoy en día? ¿Quién no vive inmerso en un torbellino de inquietudes y preocupaciones por lo que nos depara el destino?

Es imposible que en estos álgidos tiempos de campañas y elecciones que se avecinan, los ciudadanos comprometidos e interesados en el quehacer político de nuestro país y en nuestro bien común, no estemos pendientes de todos los movimientos que partidos e instituciones competentes en este rubro, están realizando en torno a las selecciones de los aspirantes y suspirantes y a las elecciones de los mismos; que se antojan muy complicadas.

Sin embargo, una gran parte de los ciudadanos que no tenemos compromisos con el poder, ni con las encuestas y que no respiramos para y por los votos, sí nos percatamos con aflicción que los prospectos que utilizan en mayor grado las estrategias de las campañas negativas y golpeadoras contra sus antagónicos, son los que se encuentran más preocupados por ganarse con argucias las preferencias electorales, que no el bien común, y son quienes buscan y compran el voto duro (corporativo), porque saben muy bien que se beneficiarán con cargos públicos, canonjías y prebendas de dicha participación electoral tan manoseada.

Pero podemos preguntarnos ¿Es posible que en el próximo cambio de poder político si llega con nuestro candidato o candidatos preferidos, haya un cambio en nuestras actitudes? ¿O solamente nos sintamos bien, siendo feroces partícipes a favor o en contra según nuestras preferencias, del caos que constituye este tiempo cruel y vertiginoso que obviamente no nos lleva a ninguna parte, pero que nos conduce irremediablemente a un sin rumbo, sin sentido, que nos indique que sí existe un futuro y un futuro bueno para todos los mexicanos –sin excepción–?

¿Se puede verdaderamente, honestamente, hablar de un cambio de actitudes en esta confusión? Tal parece al ver el panorama electoral, que no hay motivos para suponer que habrá tiempos distintos a este eterno presente que parece envolvernos y llenarnos de un vacío irracional, que es sin duda una parálisis desgastante, una indiferencia que va matando en vida a todo el que se contagia.

Hoy que se aproximan las elecciones para todo lo habido y por haber, quizá la mayoría tenemos en nuestro corazón al “mero, mero, pero aún no encontramos entre los (todavía) aspirantes a todos esos puestos que son públicos y son para servir; la medida exacta de lo que necesitamos para ser bien gobernados.

Tenemos que ser muy cuidadosos para hacer nuestro juicio político, es decir, escoger tanto a la persona como al equipo adecuado, que además de que nos caiga bien o nos vaya a dar un “hueso”, sean políticos que tengan la posibilidad de dejar huella en la historia de nuestro país. Un político con un equipo que no sea “elitista”, que no contradiga el espíritu democrático que hoy todavía en nuestro México es incipiente; necesitamos un líder que no tenga delirio de grandeza, pero que sea sobresaliente; un líder sencillo, pero que no pierda ese brillo que tendrá forzosamente que transformarse con el tiempo en magnetismo.

Ya es tiempo que no permitamos permear lo que llegue y como llegue; que no permitamos el sinsentido que ya a una gran mayoría envuelve, pasando por alto la impunidad, la corrupción, la injusticia, la tortura y la violación sistemática de los derechos humanos.

Tenemos que dejar muy claro que existimos, más allá de las campañas y las urnas; debemos obligatoriamente rebelarnos ante la destrucción paulatina de nuestra Madre Naturaleza y de nuestro entorno cultural (vapuleado políticamente); rebelarnos ante el poderío del tener sin importar los medios para obtenerlo (conflicto de intereses); rebelarnos ante la pasividad y la pérdida de asombro ante tanta violencia y tanta impunidad; discrepar ante la imposición del poder y ante la falta de un verdadero Estado de derecho. Inconformarnos para saber y entender quiénes somos, qué hacemos y qué podemos hacer en esta grave crisis de credibilidad en el gobierno.

México merece que meditemos bien nuestro sufragio, que pensemos en su destino que es nuestro propio destino. Busquemos la mejor opción de vida para nosotros, para nuestros hijos, para nuestros nietos, que son los hijos y los nietos del futuro de México; busquemos el rumbo de esta historia que hoy anda sin rumbo, busquemos por favor el sentido de lo que hacemos, de lo que decimos, de lo que decidimos; aprendamos a rechazar este individualismo, que nos lleva al conformismo y sigamos, sigamos caminando, aun cuando sintamos que nos hemos detenido. ¡Vale la pena reflexionarlo!

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