/ sábado 27 de febrero de 2021

Basta de experimentos

Las arcas municipales de Acapulco han sido esquilmadas sin pudor, pero de manera más obscena en los últimos 18 años. Obras públicas innecesarias, aunque paradójicamente costosas, nos han sido entregadas como magnos proyectos trienio tras trienio, mientras la infraestructura de la ciudad se desmorona a la par de su imagen.

Ahí están, por ejemplo, la Vía Rápida y el puente Bicentenario -refugio de dos módulos de seguridad inservibles y abandonados a un costo superior de 5 millones de pesos- que no resuelven en absoluto los conflictos viales que motivaron su construcción. Con la misma premisa consciente de inutilidad, hoy se construye otro segundo piso, esta vez en avenida Constituyentes y Ejido, cuyo futuro será similar a los ya referidos porque la problemática vehicular real ocurre a 500 metros de distancia de esa obra, justo a la altura del Mercado Central. También nos dejaron una “turbo rotonda” (sí, así se le denominó) en avenida Universidad que, más allá de agilizar la circulación de automóviles, es un verdadero estorbo vial.

Otra evidencia del oscuro destino de los recursos públicos brota por las cloacas, literalmente, de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado del Municipio. Cuando las calles de la ciudad no están anegadas por fugas de agua y de drenaje, se enfrentan periodos prolongados de desabasto del líquido que han sido más crudos en esta pandemia. Sin embargo, nuestras autoridades han evitado invertir en la renovación del vetusto sistema hidrosanitario porque son obras subterráneas no visibles a los ojos electores.

Las deficiencias en materia de servicios públicos, cada vez más insultantes, también delatan el uso errado del presupuesto sin ánimo de corrección. A ello se debe, entre otras problemáticas, la aparición de tiraderos de basura clandestinos en la zona Diamante que ponen en riesgo a la población ante la quema de desechos o la penumbra que se cierne sobre varias zonas de la ciudad por falta de alumbrado.

De la seguridad pública, ni hablar, al igual que de los magros esfuerzos por impulsar el turismo. Ningún presidente municipal en casi dos décadas ha asumido su obligado papel de principal promotor turístico de Acapulco, desdeñando nuestra principal actividad económica y acentuando la degradación de la imagen general del puerto. La promoción descansa, para comodidad de los últimos presidentes municipales, en un Fideicomiso de Promoción Turística dependiente del gobierno estatal, cuando la penuria económica apremia esfuerzos conjuntos, así sean mínimos, que penetren en distintos resquicios del amplio mercado de potenciales visitantes.

Acapulco ha estado inmerso en una crisis sin fin, atizada ahora por la pandemia, y no resiste más proyectos experimentales de políticos que ven la presidencia municipal como plataforma hacia futuros cargos o encargos y fuente de enriquecimiento personal. Los problemas económicos y sociales del municipio son de conocimiento popular, pero en cada trienio persiste la negligencia e impericia. Desde la caída electoral del PRI, al menos cuatro partidos políticos distintos han gobernado Acapulco sin ninguna diferencia entre sí. Aunque estilos distintos, resultados desastrosos similares. Tener actualmente un gobierno alineado a la 4T tampoco ha cambiado el rumbo, sino lo contrario, y es Morena el partido que, seguro de repetir, arrastra una larga lista de aspirantes a la candidatura de alcalde.

Es momento de elegir a nuestra próxima autoridad pensando en el bienestar de Acapulco, que es el propio, sin responder al corazón partidista al momento de tachar la boleta. Las siglas y los colores partidistas no son definitorios al momento de conducir el gobierno municipal. Los perfiles, en cambio, pueden hacer una profunda diferencia.

Acapulco clama una persona de capacidad y honestidad probadas, rasgos que deben compartir el resto de integrantes de la futura administración municipal.

Voto razonado auténtico, no automático, o nos depara un prolongado periodo de oscuridad.

Pedro Kuri Pheres en Facebook

@pedrokuripheres en Twitter

acapulco.ok@gmail.com

Las arcas municipales de Acapulco han sido esquilmadas sin pudor, pero de manera más obscena en los últimos 18 años. Obras públicas innecesarias, aunque paradójicamente costosas, nos han sido entregadas como magnos proyectos trienio tras trienio, mientras la infraestructura de la ciudad se desmorona a la par de su imagen.

Ahí están, por ejemplo, la Vía Rápida y el puente Bicentenario -refugio de dos módulos de seguridad inservibles y abandonados a un costo superior de 5 millones de pesos- que no resuelven en absoluto los conflictos viales que motivaron su construcción. Con la misma premisa consciente de inutilidad, hoy se construye otro segundo piso, esta vez en avenida Constituyentes y Ejido, cuyo futuro será similar a los ya referidos porque la problemática vehicular real ocurre a 500 metros de distancia de esa obra, justo a la altura del Mercado Central. También nos dejaron una “turbo rotonda” (sí, así se le denominó) en avenida Universidad que, más allá de agilizar la circulación de automóviles, es un verdadero estorbo vial.

Otra evidencia del oscuro destino de los recursos públicos brota por las cloacas, literalmente, de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado del Municipio. Cuando las calles de la ciudad no están anegadas por fugas de agua y de drenaje, se enfrentan periodos prolongados de desabasto del líquido que han sido más crudos en esta pandemia. Sin embargo, nuestras autoridades han evitado invertir en la renovación del vetusto sistema hidrosanitario porque son obras subterráneas no visibles a los ojos electores.

Las deficiencias en materia de servicios públicos, cada vez más insultantes, también delatan el uso errado del presupuesto sin ánimo de corrección. A ello se debe, entre otras problemáticas, la aparición de tiraderos de basura clandestinos en la zona Diamante que ponen en riesgo a la población ante la quema de desechos o la penumbra que se cierne sobre varias zonas de la ciudad por falta de alumbrado.

De la seguridad pública, ni hablar, al igual que de los magros esfuerzos por impulsar el turismo. Ningún presidente municipal en casi dos décadas ha asumido su obligado papel de principal promotor turístico de Acapulco, desdeñando nuestra principal actividad económica y acentuando la degradación de la imagen general del puerto. La promoción descansa, para comodidad de los últimos presidentes municipales, en un Fideicomiso de Promoción Turística dependiente del gobierno estatal, cuando la penuria económica apremia esfuerzos conjuntos, así sean mínimos, que penetren en distintos resquicios del amplio mercado de potenciales visitantes.

Acapulco ha estado inmerso en una crisis sin fin, atizada ahora por la pandemia, y no resiste más proyectos experimentales de políticos que ven la presidencia municipal como plataforma hacia futuros cargos o encargos y fuente de enriquecimiento personal. Los problemas económicos y sociales del municipio son de conocimiento popular, pero en cada trienio persiste la negligencia e impericia. Desde la caída electoral del PRI, al menos cuatro partidos políticos distintos han gobernado Acapulco sin ninguna diferencia entre sí. Aunque estilos distintos, resultados desastrosos similares. Tener actualmente un gobierno alineado a la 4T tampoco ha cambiado el rumbo, sino lo contrario, y es Morena el partido que, seguro de repetir, arrastra una larga lista de aspirantes a la candidatura de alcalde.

Es momento de elegir a nuestra próxima autoridad pensando en el bienestar de Acapulco, que es el propio, sin responder al corazón partidista al momento de tachar la boleta. Las siglas y los colores partidistas no son definitorios al momento de conducir el gobierno municipal. Los perfiles, en cambio, pueden hacer una profunda diferencia.

Acapulco clama una persona de capacidad y honestidad probadas, rasgos que deben compartir el resto de integrantes de la futura administración municipal.

Voto razonado auténtico, no automático, o nos depara un prolongado periodo de oscuridad.

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