/ lunes 17 de septiembre de 2018

Ágora

Nuevamente sale a la luz pública un secreto de todos conocido pero pocas veces comentado: “el porrismo” que cohabita en la UNAM y que en general se encuentra enquistado en todas las universidades públicas del país.

Este grupo de jóvenes y hasta adultos con canas, son en su mayoría fósiles (alumnos inscritos con más de 5 años dentro de la universidad sin que se gradúen) y hasta ex alumnos o extraños que se agrupan para crear cotos de poder dentro de los distintos campus, sosteniéndose de extorsionar a los vendedores de productos o alimentos dentro de las instalaciones universitarias, robar a los verdaderos alumnos so pena de lesionarlos o hasta privarlos de la vida como ha sucedido; así como vender sustancias prohibidas de esas que dan mucha risa a quien las consume.

A estos grupos que se les conoce como “porros” son tolerados o utilizados por las autoridades educativas o de distintos grupos políticos de los diferentes planteles para mantener un control “relativo” en los diversos campus.

Después del 68 nadie quiere despertar a la fiera llamada estudiantado. Es por ello, que las autoridades académicas se hacen de la vista gorda y se voltean para no ver, pero sí en cambio los utilizan para mantener una presunta tranquilidad y controlar a los grupos organizados de estudiantes de distinta corriente política.

La seguridad en la UNAM es cuestionable toda vez que los vigilantes que en su mayoría son gente de edad madura, sin condición física alguna, ni técnicas de defensa personal para someter a las personas que agreden.

Sólo cuentan con radios y son un grupo muy reducido para la magnitud del campus de Ciudad Universitaria. Eso, sin contar con la protección callada de las autoridades.

Cierto, la autonomía mal entendida de la Universidad impide que la policía o el mismo ejército opere en estas instalaciones -¿dónde dice esto?-.

Sin embargo, de permitirse la entrada de la vigilancia policiaca se levantaría el estudiantado y sería peor el remedio. Ejemplo de lo anterior es la vergonzosa toma del auditorio Justo Sierra, actualmente rebautizado como “Che Guevara” de la Facultad de Filosofía y Letras por un grupúsculo de pseudo alumnos que lo utilizan como guarida para sus fechorías sin que nadie se atreva a rescatar el inmueble que lamentablemente se encuentra en pésimas condiciones.

Yo mismo, en mi época de estudiante en Ciudad Universitaria fui testigo de estos grupos de choque que son el brazo de muchas autoridades de la Universidad como lo fue el grupo “Muro” capitaneado por un enclenque de nombre Carlos, quien era el que decidía qué se hacía y qué no dentro del campus de Ciudad Universitaria.

Quién quería lanzarse para dirigir la sociedad de alumnos de su facultad debería tener el visto bueno de este oscuro sujeto. Todo esto se tolera por las autoridades en aras de que los jóvenes no se movilicen y se cree un conflicto más grande como el de Tlatelolco.

Es verdad que el actual Rector ha cometido errores imperdonables como el hecho de decantarse en la contienda política pasada por el candidato del PRI en lugar de mantenerse en una posición centrada de apertura a todas las corrientes que contendían; lo cual no fue muy bien visto por la comunidad universitaria ni –seguramente- por los seguidores del hoy presidente electo.

Lo verdaderamente grave en todo este escándalo, fue el hecho de que estos orates lesionaran bestialmente a dos jóvenes alumnos a los que se puso al borde de la muerte sin que hasta el momento se haya detenido a todos los responsables de este intento de homicidio.

Este ataque fue planeado y premeditado ya que estos criminales iban uniformados con jersey de fútbol americano y sabían por dónde atacar. Luego entonces, la pregunta sigue siendo la misma ¿Quién autorizó que este grupo de pseudo estudiantes rompieran la manifestación pacífica que realizaban estudiantes del CCH Azcapotzalco en la rectoría de la UNAM?

Difícilmente se sabrá quien dio la autorización, aunque muchos lo sospechen. ¿A quién perjudicaba que se manifestaran los alumnos? ¿A quién le importaba que este ataque se le adjudicara al rector? He ahí el dilema. Ojalá, que fieles a nuestro lema las aguas se tranquilicen y los estudiantes, autoridades, maestros y personal como entes pensantes resolvamos nuestros problemas en lo interno y entonemos nuestro grito que nos identifica ¡Goya, Goya, cachún, cachún, ra, ra. Goya, Universidad!

Nuevamente sale a la luz pública un secreto de todos conocido pero pocas veces comentado: “el porrismo” que cohabita en la UNAM y que en general se encuentra enquistado en todas las universidades públicas del país.

Este grupo de jóvenes y hasta adultos con canas, son en su mayoría fósiles (alumnos inscritos con más de 5 años dentro de la universidad sin que se gradúen) y hasta ex alumnos o extraños que se agrupan para crear cotos de poder dentro de los distintos campus, sosteniéndose de extorsionar a los vendedores de productos o alimentos dentro de las instalaciones universitarias, robar a los verdaderos alumnos so pena de lesionarlos o hasta privarlos de la vida como ha sucedido; así como vender sustancias prohibidas de esas que dan mucha risa a quien las consume.

A estos grupos que se les conoce como “porros” son tolerados o utilizados por las autoridades educativas o de distintos grupos políticos de los diferentes planteles para mantener un control “relativo” en los diversos campus.

Después del 68 nadie quiere despertar a la fiera llamada estudiantado. Es por ello, que las autoridades académicas se hacen de la vista gorda y se voltean para no ver, pero sí en cambio los utilizan para mantener una presunta tranquilidad y controlar a los grupos organizados de estudiantes de distinta corriente política.

La seguridad en la UNAM es cuestionable toda vez que los vigilantes que en su mayoría son gente de edad madura, sin condición física alguna, ni técnicas de defensa personal para someter a las personas que agreden.

Sólo cuentan con radios y son un grupo muy reducido para la magnitud del campus de Ciudad Universitaria. Eso, sin contar con la protección callada de las autoridades.

Cierto, la autonomía mal entendida de la Universidad impide que la policía o el mismo ejército opere en estas instalaciones -¿dónde dice esto?-.

Sin embargo, de permitirse la entrada de la vigilancia policiaca se levantaría el estudiantado y sería peor el remedio. Ejemplo de lo anterior es la vergonzosa toma del auditorio Justo Sierra, actualmente rebautizado como “Che Guevara” de la Facultad de Filosofía y Letras por un grupúsculo de pseudo alumnos que lo utilizan como guarida para sus fechorías sin que nadie se atreva a rescatar el inmueble que lamentablemente se encuentra en pésimas condiciones.

Yo mismo, en mi época de estudiante en Ciudad Universitaria fui testigo de estos grupos de choque que son el brazo de muchas autoridades de la Universidad como lo fue el grupo “Muro” capitaneado por un enclenque de nombre Carlos, quien era el que decidía qué se hacía y qué no dentro del campus de Ciudad Universitaria.

Quién quería lanzarse para dirigir la sociedad de alumnos de su facultad debería tener el visto bueno de este oscuro sujeto. Todo esto se tolera por las autoridades en aras de que los jóvenes no se movilicen y se cree un conflicto más grande como el de Tlatelolco.

Es verdad que el actual Rector ha cometido errores imperdonables como el hecho de decantarse en la contienda política pasada por el candidato del PRI en lugar de mantenerse en una posición centrada de apertura a todas las corrientes que contendían; lo cual no fue muy bien visto por la comunidad universitaria ni –seguramente- por los seguidores del hoy presidente electo.

Lo verdaderamente grave en todo este escándalo, fue el hecho de que estos orates lesionaran bestialmente a dos jóvenes alumnos a los que se puso al borde de la muerte sin que hasta el momento se haya detenido a todos los responsables de este intento de homicidio.

Este ataque fue planeado y premeditado ya que estos criminales iban uniformados con jersey de fútbol americano y sabían por dónde atacar. Luego entonces, la pregunta sigue siendo la misma ¿Quién autorizó que este grupo de pseudo estudiantes rompieran la manifestación pacífica que realizaban estudiantes del CCH Azcapotzalco en la rectoría de la UNAM?

Difícilmente se sabrá quien dio la autorización, aunque muchos lo sospechen. ¿A quién perjudicaba que se manifestaran los alumnos? ¿A quién le importaba que este ataque se le adjudicara al rector? He ahí el dilema. Ojalá, que fieles a nuestro lema las aguas se tranquilicen y los estudiantes, autoridades, maestros y personal como entes pensantes resolvamos nuestros problemas en lo interno y entonemos nuestro grito que nos identifica ¡Goya, Goya, cachún, cachún, ra, ra. Goya, Universidad!