/ sábado 9 de octubre de 2021

Acapulco, en pañales en materia de prevención de desastres naturales

La cicatriz todavía no sana, al menos todavía tengo grabada en mi memoria aquel 9 de octubre de 1997, la tragedia que ocasionó el huracán "Pauline" que afectó al puerto de Acapulco y que dejó miles de muertes, pero nada se aprendió.

No lo digo como simple frase, porque la realidad, aunque sea inverosímil para algunos, lo cierto es que estamos en pañales en materia de prevención de desastres ante este tipo de fenómenos naturales.

El sismo del 7 de septiembre desnudó nuestra realidad, porque las autoridades reaccionaron de manera tardía, al menos nunca tuvieron una estrategia para atender a los afectados.

Quizá estaban más ocupados en la transición de los gobiernos municipales, porque los daños en los poblados rurales se consideraron una semana después.

Es más, hasta este mes de octubre del presente año, todavía no llega la ayuda a los que perdieron sus viviendas o los que esperan sean valorados los daños de sus casas.

En suma, los dizque simulacros que hacen cada vez que se les ocurre a las autoridades, es para un simple "vedetismo", es decir, para tomarse la fotografía y quizás, digo quizás, de que quieren engañar a los ciudadanos que trabajan y en realidad es que se trata de justificar sus altos salarios que perciben.

Porque mire, no tienen ningún tipo de estrategia, es decir carecen de un plan de acciones encaminadas a tener un plan de respuesta inmediata a un desastre, tanto de tareas de salvamento y de atención a víctimas.

Otro problema, diría yo, gravísimo problema, es que en los cargos, como por ejemplo en Protección Civil, designan a personas carentes de conocimientos sobre desastres naturales o titulados en la materia.

Si nos vamos al tema hospitalario, estamos peor, porque la pandemia del Covid-19 nos mostró la realidad, no se cuenta con capacidad de camas, mucho menos de personal médico.

La cuestión es que vivimos en una zona altamente sísmica, porque el puerto de Acapulco está a kilómetros del llamado cinturón de fuego del Pacífico y la llamada falla de cocos.

Qué decir de las tormentas y huracanes, tal y como nos golpeó "Pauline", aquel 9 de octubre, que todavía duele y no se olvida, bueno, al menos para quienes vivimos en estado de indefensión y a merced de los fenómenos naturales.

¿O usted qué opina querido lector?

La cicatriz todavía no sana, al menos todavía tengo grabada en mi memoria aquel 9 de octubre de 1997, la tragedia que ocasionó el huracán "Pauline" que afectó al puerto de Acapulco y que dejó miles de muertes, pero nada se aprendió.

No lo digo como simple frase, porque la realidad, aunque sea inverosímil para algunos, lo cierto es que estamos en pañales en materia de prevención de desastres ante este tipo de fenómenos naturales.

El sismo del 7 de septiembre desnudó nuestra realidad, porque las autoridades reaccionaron de manera tardía, al menos nunca tuvieron una estrategia para atender a los afectados.

Quizá estaban más ocupados en la transición de los gobiernos municipales, porque los daños en los poblados rurales se consideraron una semana después.

Es más, hasta este mes de octubre del presente año, todavía no llega la ayuda a los que perdieron sus viviendas o los que esperan sean valorados los daños de sus casas.

En suma, los dizque simulacros que hacen cada vez que se les ocurre a las autoridades, es para un simple "vedetismo", es decir, para tomarse la fotografía y quizás, digo quizás, de que quieren engañar a los ciudadanos que trabajan y en realidad es que se trata de justificar sus altos salarios que perciben.

Porque mire, no tienen ningún tipo de estrategia, es decir carecen de un plan de acciones encaminadas a tener un plan de respuesta inmediata a un desastre, tanto de tareas de salvamento y de atención a víctimas.

Otro problema, diría yo, gravísimo problema, es que en los cargos, como por ejemplo en Protección Civil, designan a personas carentes de conocimientos sobre desastres naturales o titulados en la materia.

Si nos vamos al tema hospitalario, estamos peor, porque la pandemia del Covid-19 nos mostró la realidad, no se cuenta con capacidad de camas, mucho menos de personal médico.

La cuestión es que vivimos en una zona altamente sísmica, porque el puerto de Acapulco está a kilómetros del llamado cinturón de fuego del Pacífico y la llamada falla de cocos.

Qué decir de las tormentas y huracanes, tal y como nos golpeó "Pauline", aquel 9 de octubre, que todavía duele y no se olvida, bueno, al menos para quienes vivimos en estado de indefensión y a merced de los fenómenos naturales.

¿O usted qué opina querido lector?