/ domingo 26 de septiembre de 2021

Acapulcaos

El trágico desenlace de la actual administración municipal en Acapulco era altamente previsible.

Adela Román Ocampo ganó aquella elección de 2018 no por ostentar el mejor perfil, fue más bien beneficiaria inmerecida del voto masivo que acarreó Andrés Manuel López Obrador para ganar la Presidencia y enquistar a Morena como primera fuerza política nacional inamovible.

Sin mayor esfuerzo que aparecer como candidata morenista en la boleta y asociar su imagen con la del hoy presidente, la primera alcaldesa electa de Acapulco se negó a retribuir ese impulso y declinó predicar el credo de la Cuarta Transformación: no robar, no mentir y no traicionar al pueblo. Desde el arranque de su gestión, se erigió sin disimulo como la antítesis del ideario obradorista que aspira a tener autoridades austeras, transparentes y entregadas a la gente.

En sus giras de trabajo y actos públicos, un rasgo común y ofensivo para una sociedad azotada por la violencia, era su aparatoso dispositivo de seguridad con efectos de la Secretaría de Marina y patrullas artilladas que la seguían a sol y sombra.

La conformación y manejo de su gobierno, en tanto, estuvo marcado por un soterrado nepotismo -recién evidenciado por el depuesto titular de la Contraloría municipal, Francisco Torres Valdez- y designaciones torpes de funcionarios faltos de experiencia, capacidad y compromiso. No cumplía un año la primera administración morenista cuando, en una suerte de efecto dominó, al menos 18 de sus funcionarios de primer y segundo nivel fueron cayendo por no cubrir las expectativas, si es que se trazaron en algún momento.

En lo financiero, la política de ahorro promovida por la 4T por concepto de reducción de salarios de la alta burocracia y de representantes populares tampoco aterrizó en el Ayuntamiento porteño donde, en complicidad con el Cabildo, se recurrió a toda argucia para mantener intactas las dietas de ediles y servidores públicos.

El reflejo más crudo del mal uso del presupuesto, además de la atrofiada planeación, han sido las protestas continuas en el último tramo de este trienio por la falta prolongada de agua, la acumulación de basura en calles y la repentina destrucción de vialidades para repavimentar y no incurrir en un subejercicio de recursos federales.

La principal víctima de la impericia gubernamental de Adela Román fue el pueblo de Acapulco, a quien se debe el movimiento político que la llevó al poder.

La presidenta municipal está consciente del desastre que deja, pero lo atribuye a errores acumulados por las administraciones anteriores que impidieron concretar su "ambicioso" proyecto de gobierno.

El 30 de septiembre culminan tres años de una Cuarta Transformación que en Acapulco transcurrió, más bien, como una devastación. Cuando parecía que nada podría superar el desastre de la administración de Evodio Velazquez Aguirre, Adela Román impuso otro estándar, muy alto, sobre ineficacia gubernamental con resabio que se antoja duradero y desafiante para la administración entrante.

Y heredó, también, el gran reto de recolectar por completo la basura generada en las calles ... y al interior del Ayuntamiento.

El trágico desenlace de la actual administración municipal en Acapulco era altamente previsible.

Adela Román Ocampo ganó aquella elección de 2018 no por ostentar el mejor perfil, fue más bien beneficiaria inmerecida del voto masivo que acarreó Andrés Manuel López Obrador para ganar la Presidencia y enquistar a Morena como primera fuerza política nacional inamovible.

Sin mayor esfuerzo que aparecer como candidata morenista en la boleta y asociar su imagen con la del hoy presidente, la primera alcaldesa electa de Acapulco se negó a retribuir ese impulso y declinó predicar el credo de la Cuarta Transformación: no robar, no mentir y no traicionar al pueblo. Desde el arranque de su gestión, se erigió sin disimulo como la antítesis del ideario obradorista que aspira a tener autoridades austeras, transparentes y entregadas a la gente.

En sus giras de trabajo y actos públicos, un rasgo común y ofensivo para una sociedad azotada por la violencia, era su aparatoso dispositivo de seguridad con efectos de la Secretaría de Marina y patrullas artilladas que la seguían a sol y sombra.

La conformación y manejo de su gobierno, en tanto, estuvo marcado por un soterrado nepotismo -recién evidenciado por el depuesto titular de la Contraloría municipal, Francisco Torres Valdez- y designaciones torpes de funcionarios faltos de experiencia, capacidad y compromiso. No cumplía un año la primera administración morenista cuando, en una suerte de efecto dominó, al menos 18 de sus funcionarios de primer y segundo nivel fueron cayendo por no cubrir las expectativas, si es que se trazaron en algún momento.

En lo financiero, la política de ahorro promovida por la 4T por concepto de reducción de salarios de la alta burocracia y de representantes populares tampoco aterrizó en el Ayuntamiento porteño donde, en complicidad con el Cabildo, se recurrió a toda argucia para mantener intactas las dietas de ediles y servidores públicos.

El reflejo más crudo del mal uso del presupuesto, además de la atrofiada planeación, han sido las protestas continuas en el último tramo de este trienio por la falta prolongada de agua, la acumulación de basura en calles y la repentina destrucción de vialidades para repavimentar y no incurrir en un subejercicio de recursos federales.

La principal víctima de la impericia gubernamental de Adela Román fue el pueblo de Acapulco, a quien se debe el movimiento político que la llevó al poder.

La presidenta municipal está consciente del desastre que deja, pero lo atribuye a errores acumulados por las administraciones anteriores que impidieron concretar su "ambicioso" proyecto de gobierno.

El 30 de septiembre culminan tres años de una Cuarta Transformación que en Acapulco transcurrió, más bien, como una devastación. Cuando parecía que nada podría superar el desastre de la administración de Evodio Velazquez Aguirre, Adela Román impuso otro estándar, muy alto, sobre ineficacia gubernamental con resabio que se antoja duradero y desafiante para la administración entrante.

Y heredó, también, el gran reto de recolectar por completo la basura generada en las calles ... y al interior del Ayuntamiento.

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